Mucho antes de que el payaso con cara de naranja mandarina, pelo algodón de feria y cuerpo de Papá Noé, lograra acaparar las estrellas de su bandera para cachondearse del resto del mundo imponiendo su ‘ Ley ‘ a las mercancías que importa o exporta a los demás países, y que en el argot comercial le llaman arancel (del árabe - andalusí: alojamiento o tributo que se aplica a la exportación o importación), mi pueblo, allá por los años setenta, sufrió una devastadora crisis económica con la prohibición de faenar en aguas de Marruecos, provocando que casi un tercio de la población emigrara a Cataluña, Valencia y otras regiones. Qué coincidencia que el origen etimológico de la palabra arancel venga del árabe-andalusí, porque sería Marruecos quien prohibiría la pesca en los caladeros que toda la vida contribuyeron al desarrollo de nuestro pueblo, y que otro tipo de arancel fuera el calamitoso tratado que Emma Bonino firmara con nuestro particular Donald Trump (reino alauita), para que los marineros, más pendientes de recibir los sueldos de la UE que de salir a la mar, se distrajeran en indolentes huelgas ‘detrás de la camparta’, sin percatarse de que las ayudas eran las manzanas envenenadas que harían desaparecer aquella flota de cerco y jareta y mandaran al desguace el tradicional oficio del marinero.
Tras un pequeño relumbrón a principios de la democracia, serían otros ‘Dona Trumpses’ los que juguetearan ‘arancelariament’ con nuestras históricas construcciones y zonas de uso, derrumbando: fábrica de guano, pósito pescador, siete cines –entre ellos uno de los mejores de Europa–, la fuente y edificio del faro, el real de la almadraba, parque Infanta Elena, la chanca…, como ahora las casas de los almadraberos . Esperemos se sostengan el polideportivo, la piscina, o el tan cacareado y manipulado Cine Avenida, que está como la Puerta de Alcalá, pero en ruinas.
La “arancelaria Trumpsmanía” se llevaría por delante fiestas, discotecas, asociaciones y peñas carnavalescas, subsistiendo tan solo, como dijera nuestro añorado y querido amigo Sebastián Bernal Malia (Chan): “Salve Pachanga querida, Salve Pachanga Inmortal. Sálvate de cualquier modo porque ya los moros no dejan pescar”, testimonio de tan dilatada y gloriosa historia. De los últimos coletazos quedan promesas incumplidas: un río que lo ahoga la arena; una playa constreñida, que por mucho que arregle su “paseo Malditimo” un día levantará sus cimientos, y dos carteles de ‘ambulatorios’ cerca de la Tarayuela o el Zapal, que la ‘Inseguridad Social’ parcheó balcones y losas para seguir con la misma ‘Casa del Mal’. ¡Bueno media!
Sin embargo ni el mismísimo diablo ha sido capaz de vencer a ese Dios Momo que llevamos dentro, haciendo del carnaval un inmenso escenario con tramoyas de plazuelas, bambalinas de esquinas y un paraíso de ‘almas de gloria’ que inspiran Dios@s y Angelit@s de coloretes y caretas para crear un gran circo callejero. ¡Mi pueblo! Niñ@s disfrazad@s con sonrisas de madres llenan las calles de fantasía recordando cabalgatas de antaño. Disparates de callejer@s cronopolizan la risa. Afanosa afición de adultos, juveniles e infantiles, visten azul y rojo los ladrillos coloraos, donde brillan con luz propia en los mejores grupos gaditanos, las voces de Manuel Pérez, Narci J. Corrales, Samuel, o Arturito de Barbate. ¡Un Carnaval Barbateño a prueba de aranceles! Mi más sincera enhorabuena a nuestros queridos paisanos galardonados con las Medallas de la Ciudad y el nombramiento de Hijos Predilectos.