Según estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), del Ministerio de Industria, el potencial de ahorro en iluminación en España puede llegar a representar un 5% de consumo eléctrico en iluminación, equivalente a unos 300 millones de euros.
A pesar de este eventual beneficio económico, desde hace años los expertos han puesto el acento en las repercusiones que la medida puede tener para el organismo humano.
La adopción del horario de invierno trae consigo una modificación en las horas de luz que, aunque pequeña, no pasa desapercibida para el cerebro humano, ha explicado Ricardo Martínez Murillo, investigador del CSIC.
La causa está en un cambio de los niveles de hormonas que se producen en un núcleo del cerebro denominado hipotálamo.
La retina percibe los cambios en luz y envía la información al hipotálamo, cuya respuesta se traduce en la producción de hormonas. Si el estímulo luminoso cambia, también lo hace la reacción de esta zona del cerebro.
Aunque se originan cambios a diario de forma natural con la sucesión del tiempo, éstos entran dentro de lo que se denomina ritmo circadiano, que apenas produce alteración en el ser humano.
El problema surge cuando el cambio es más brusco. Así, con la adopción del horario de invierno, el organismo necesita uno o dos días para adaptarse, aunque todo dependerá de la persona.
En los niños, se ha demostrado que se pueden producir cambios en el comportamiento, tales como una disminución de la atención, mientras que las personas mayores pueden sufrir alteraciones del sueño.
Los efectos son más perceptibles también en aquellos que tienen algún tipo de trastorno psicológico.
El investigador del CSIC ha llamado la atención sobre el hecho de que un cambio de luz lleva aparejado un cambio de temperatura, un aspecto que también debería valorarse.