Cantabria ha sido tradicionalmente tierra de maestros campaneros y de canteros, no el nombre de Juan Herrera, cuya obra arquitectónica más emblemática es El Escorial, finalizado en 1584, forma parte de la historia, pero también de inmigrantes, porque la industria vinculada al sector agroalimentario, con la frisona como icono, o el turismo son fenómenos recientes. No ha resultado fácil ganarse la vida en la región y la necesidad ha obligado a dejar atrás su tierra a miles de vecinos durante siglos. Sin embargo, Miguel Ángel Revilla había salido poco de la comunidad, a la que ha consagrado su trayectoria política, dirigiendo el Gobierno autonómico con el Partido Regionalista de Cantabria en dos periodos que suman 16 años. Ahora, como diputado en la oposición, está descubriendo cada rincón de España con una intensa agenda semanal gracias a la presentación de su séptimo libro, Toda una vida, editado por Espasa. Este sábado recaló en la capital gaditana, gracias a la Casa de Cantabria de Cádiz, donde la comunidad, vinculada a los ultramarinos, cuenta con unos 300 paisanos en la actualidad.
Revilla tiene una estrecha vinculación con la ciudad, que ha visitado en varias ocasiones. “Después de Santander, Cádiz es la ciudad más bonita” de todo el país, asegura en conversación telefónica con VIVA CÁDIZ. Además, “de aquí es el compañero de una de mis hijas”, agrega en clave personal. Y recuerda que Teófila Martínez también es cántabra, “y siempre se ha mostrado orgullosa de su origen”.
Como la ex alcaldesa, Revilla goza, “es casualidad”, dice, de un singular carisma en la cosa pública, que reconoce sin pudor. Basta con hojear la publicación, en la que analiza la actualidad y ameniza al lector con sus vivencias y sus reflexiones sin cortapisas, con la libertad que siempre le ha caracterizado al expresar sus opiniones y que le han granjeado “respeto y cariño”. “En Sant Jordi, nadie me increpó, todo lo más, alguien expresó que no estaba de acuerdo en mis planteamientos, pero con educación”, relata. En cuanto al afecto que recibe allá donde va, se aventura a justificarlo porque “la gente ve en mí la contraposición de lo que sufre con políticos que mienten al prometer una cosa y hacer la contraria, que insultan”, y que generan confrontación diariamente.
Revilla explica que el modo en el que se ha conducido en política está marcado por una infancia en un pueblo de 2.000 habitantes, sin luz ni agua corriente. “Comí un plátano por primera vez a los diez años”, confiesa. Y la humildad de su niñez marcó una existencia en la que ha trabajado duro. Para dedicarse a su actividad pública, dejó la dirección de un banco y las clases que impartía en la universidad. “Tenía un barco para pescar los sábados y un chalé”. Aparentemente, disfrutaba de una vida apacible, pero su vocación, “el sueño que tenía desde pequeño”, de transformar Cantabria, de lograr la imagen amable que la identifica hoy, le atormentaba. Dio el paso, no fue fácil, pero era inevitable.
Como presidente, “no he usado coche oficial, no he tenido escolta, me da vergüenza”. A diferencia de los políticos “advenedizos, con poco cuajo, sin currículum”, que acaban copando altos cargos y detentando importantes responsabilidades, alentados por militantes que “son hooligans”.
Y ha conservado su integridad, sostiene desde 1987, cuando “me pusieron la panoja en la boca”. Revilla relata que se plantó en Madrid con su propio vehículo, convocó una conferencia y denunció el intento de corrupción. Sufrió una feroz campaña de acoso y desprestigio, hasta “con pintadas en el colegio de las niñas”, e incluso le pasó factura en las urnas, pero no abandonó porque “mi mujer, y así, me dijo que se premiaría” la ejemplaridad, y el sujeto acabó condenado. “Damos por sentado que un político robe, y eso es terrible”, añade.
“La gente está muy cabreada”, asegura, con el panorama político porque todo lo que reprobado durante décadas marca el signo de los tiempos. Apunta a Pedro Sánchez, cuya mujer está en el disparadero precisamente por presuntas prácticas irregularidades. “Pensé que iba a dimitir, pero el presidente nunca lo contempló”, afirma. “Si con su periodo de reflexión buscaba la concordia, ha sido al revés, ha polarizado España”, lamenta, mientras que “siete diputados independentistas” marcan la acción del Ejecutivo. “Pasan la gorra para aprobar leyes y presupuestos y, si gana el prófugo las elecciones catalanas (en referencia a Carles Puigdemont) no va a pedir disculpas” por el Procés precisamente.
Revilla no se muestra ni optimista ni pesimista en cuanto al futuro, pero insiste en que hay que seguir dando guerra para propiciar un giro copernicano. A sus 81 años y decidido a retirarse políticamente al término de la legislatura, ultima un nuevo libro con el que denunciará el negocio de las guerras fomentado por grandes corporaciones.