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Carrera ofrece en su pregón un canto a la vida, a la fe y a la esperanza

El pregonero dejó grandes improntas de sabor cofrade y catequético en lo que fue un canto a la vida y de agradecimiento a Dios

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  • Pregonero y guitarra. -
El joven cofrade Juan José Carrera Rojas pregonó en la tarde de ayer, Domingo de Pasión, la Semana Santa 2011 de San Fernando y lo hizo dejando un extraordinario sabor de boca, tras profundizar en grandes momentos cofrades y apelando a un mayor compromiso de los cofrades con la Iglesia. El suyo fue un canto a la vida, a las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad, a la cruz y a María, para finalizar con bellas palabras dirigidas a su cofradía de Cristo Rey y a la Divina Pastora de las Almas Coronada.

Fue un pregón que comenzó puntualmente, a las doce del mediodía, con el rezo del ángelus a cargo del arcipreste de San Fernando, el Padre Salvador Rivera Sánchez y que continuó con las palabras de Antonio Manuel Alías de la Torre, presentador y pregonero de 2003, que esta vez intercambiaba el papel que aquel año compartió con el ahora pregonero. Alías aludió a los antecedentes familiares de Juan José Carrera, para demostrar que su fe y práctica religiosa es algo que viene de generaciones y fruto del amor.

Fue el propio Alías quien rompió el protocolo y animó al pregonero a leer unas palabras del pregón de 2003, donde valoraba a Juan José Carrera. A partir de ahí, y tras repetir en ocasiones, que “quien a los suyos se parece, honra merece”, instó al director de la Banda Municipal, Alberto Devesa, a interpretar la marcha Amarguras, de Font de Anta, fundiéndose a la vez en un fuerte abrazo con el pregonero. El tiempo estaba medido, hasta que el pregonero aseguró: “como alabanza y proclama se ha fraguado este pregón”. Aludió a la procesión Magna del Bicentenario y a los momentos más destacados como la primera salida de la hermandad de las Tres Caídas, la entrega de la medalla de oro al Patrón San José y la entrega del título de Regidor Perpetuo para Jesús Nazareno, un título, este último, que para el pregonero suponía “perpetuidad nazarena de gozos y emociones”, en clara alusión a la gran devoción que existe en torno al Nazareno de La Isla.

Juan José Carrera rompió la línea habitual del pregón y habló de la fe como don de Dios. Y añadió “nuestra fe sin sacramento y cruz no se sustenta”. Asimismo, defendió la existencia de la fe y la comparó “con el aire que respiramos, no lo vemos, pero sabemos que existe”.

Habló de la importancia de los cortejos procesionales, de los cargadores, la música, la evolución de las bandas, la tradición familiar y la costumbre, de la exquisitez de los vestidores o de la armonía de los floristas en su buen hacer. Pero al mismo exigió una mayor atención para “el cofrade de túnica y penitencia”, de lo que dijo: “a veces parecen actores secundarios”, en una clara denuncia hacia un mejor trato y atención hacia los hermanos de fila.
Habló de la oración y del fruto del silencio, e hizo referencia a las palabras de la beata Teresa de Calcuta “El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio”, como modelo a seguir por el cofrade.

No faltó la importancia de la cruz y así destacó cómo de Domingo de Ramos a Domingo de Resurrección la cruz está presente todos los días de la Semana Santa. Habló de los nazarenos y de los crucificados y fue en su referencia al Cristo de la Vera-Cruz, cuando además destacó el momento que vivía la noche antes, junto con el pregonero de la Cruz, Antonio González Cabrerizo al llevar en sus manos el titular de la hermandad para exponerlo en besapié, dentro de una ceremonia íntima celebrada en la parroquia del Santo Cristo. Ahí también agradeció a su presentador, fiscal de la hermandad de la Vera-Cruz, las palabras de su presentación.
Pero la fe seguía siendo el eje del pregón y así Juan José Carrera aseguró que “la llama de la fe se aprende en casa”, en otra defensa de la familia cristiana y de su importante papel.

De repente comenzaron a sonar las notas de La Madrugá en una guitarra que tocaba Pablo Ortega en el mismo escenario. Unos compases que sirvieron para que culminando con los sones de la Banda Municipal, el pregonero diera “gracias Señor por esta vida”, ante un público, que llenaba el teatro y se entregaba al pregonero. Pero además de la fe, la esperanza y la caridad, no faltó tampoco la referencia a la muerte y fue ahí cuando el pregonero se acordó de la joven Cristina Sánchez, cofrade de Cristo Rey, fallecida el pasado mes de octubre. “Si el amor no muere el Viernes Santo, nuestros amores tampoco se fuero”, apuntilló, en referencia también a la Resurrección.

El pregonero dedicó su intervención a Manuel Alconchel Lucas, a quien puso como ejemplo de hombre de fe y maestro. En el pregón no faltó tampoco la colaboración de la agrupación musical Isla de León. Entre aplausos, finalizó su intervención aludiendo a la Divina Pastora de las Almas Coronada.

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