El balance de estos cincuenta años de ETA no puede ser más terrible: 825 personas han sido asesinadas por la banda terrorista. De ellas, 201 eran guardias civiles, 145 policías nacionales, 98 militares, 24 policías locales, 13 ertzainas, un mosso d'esquadra y 343 civiles, entre ellos miembros de diferentes partidos políticos (UCD, AP, PP, PSOE) y varios niños. Aparte de los asesinados, ETA ha herido a varios miles de personas más, ha causado cuantiosos daños materiales en edificios públicos y privados y ha provocado que muchos vascos hayan tenido que abandonar su tierra por un comprensible miedo a la violencia terrorista.
A pesar del dramatismo de estas cifras –detrás de cada cual hay una persona con nombres y apellidos, con un proyecto vital que se ha visto truncado por la sinrazón de la violencia– se puede decir que después de 50 años, ETA está derrotada políticamente y ahora sólo queda que también lo sea policialmente. ETA sabe que nunca va a conseguir sus objetivos políticos mediante el empleo de la violencia. ETA sabe que ningún gobierno democrático puede hacerle ninguna concesión de carácter político a cambio que deje de matar. A punto estuvo de traspasar esa línea roja el actual presidente del Gobierno en la pasada legislatura, pero al final, el atentado de la T-4 de Barajas le hizo recapacitar.
En cuanto a su apoyo social, es cierto que debido a la grave enfermedad que aqueja desde hace tiempo a gran parte de la sociedad vasca, la banda terrorista sigue teniendo apoyo en el seno de ésta, aunque vaya lentamente descendiendo. Lo hará de forma más rápida si en aplicación del Estado de Derecho se impide que aquellos partidos políticos que apoyan a ETA puedan estar en las instituciones vascas. Si al final, en las inminentes elecciones autonómicas de Euskadi, ETA no consigue colar unas siglas, será la primera vez que el brazo político de los terroristas quede fuera de las instituciones y eso, en sí mismo, es ya un gran avance y un importante triunfo de la democracia.
ETA puede seguir causando daño y dolor a través de algún atentado. Hay que seguir confiando en el encomiable trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado que han demostrado con creces que la banda terrorista es vulnerable y perfectamente batible. Hay que seguir confiando en nuestra fortaleza como sociedad que ha sabido sufrir estando unidos en momentos muy difíciles, y exijamos a nuestros responsables políticos esa misma unidad, no como un fin en sí mismo, sino como un medio para conseguir la derrota total y definitiva de la banda terrorista.