¿Por qué el escepticismo? En primer lugar, porque el grueso de las ayudas y de las bajadas de impuestos no se introducirán en 2009 y 2010 sino a partir de esos dos años. En consecuencia, las familias, las empresas y los mercados saben que el paquete de medidas no se aplicará en los dos años peores y más duros de la recesión. En segundo lugar, porque América tiene ya un descomunal déficit público. Aumentarle más sólo sirve para tener que pagar impuestos mayores en el futuro. En este escenario, el gasto público deprime el consumo y la inversión privada ya que las familias y las empresas ahorran para pagar sus deudas privadas y las del Estado.
El escepticismo sube de tono si se analiza la situación financiera. La crisis bancaria no sólo no ha terminado sino que se agudiza más. Los llamados activos tóxicos crecen exponencialmente y la destrucción de riqueza financiera e inmobiliaria de los hogares –el valor de los pisos y de las acciones ha caído en picado– hace que la morosidad aumente y los problemas bancarios lo hagan también. En EEUU nadie se atreve a pronosticar cuándo tocará suelo la crisis y cuánto costará a los contribuyentes. Esto introduce incertidumbre, la gente no pide créditos y unos bancos acogotados con el panorama, tampoco se los dan.
Lo peor de todo es que la crisis se ha extendido al resto del mundo. La bajada del precio del petróleo ha hecho perder mucha plata a los petro-estados. China se desacelera a marchas forzadas y empieza a tener problemas. Japón ha vuelto a la deflación/recesión. Europa está hecha unos zorros. América Latina va hacia la recesión...
Nadie puede tirar de la economía global, lo que, para bien o para mal, muestra la importancia para el mundo, su dependencia de la economía americana. Los grandes países emergentes, por ejemplo China, no han podido desligarse de la crisis americana. El Celeste Imperio no es todavía una alternativa a la hegemonía económica yanqui.