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“He visto a muchos jóvenes morir por culpa de la droga”

La presidenta de las “madres de los pañuelos verdes” de La Línea reivindica la labor del movimiento antidroga

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  • Isabel Rodríguez -

“He visto morir a muchos jóvenes por culpa de la droga, pero otros se recuperan y aunque se recuperase solo uno, ya merece la pena nuestra lucha”. A sus 72 años, Isabel Rodríguez Martos es la abanderada en La Línea de la Concepción del movimiento antidroga y de las madres de los pañuelos verdes de la ciudad, esa asociación que se creó a finales de la década de los ochenta por mujeres que no se resistían a ver cómo sus hijos morían consumidos por la heroína. Ella no tuvo a ningún hijo enganchado, pero un sentimiento de solidaridad la llevó a unirse a Micaela Pérez y a otras madres de ese pueblo del que es vecina desde 1984, a donde llegó desde Casablanca,  donde su padre buscó refugio tras la guerra civil, huyendo de una dictadura.

Su compromiso le llevó a acoger en su casa hasta que quedará libre una plaza en un centro de rehabilitación a drogodependientes que estaban en la calle y que querían rehabilitarse

Esta semana ha recibido uno de los Premios de la Provincia de Cádiz que concede la Diputación. A ella le corresponde por “su incesante pelea frente el narcotráfico.

“Nos sentimos muy orgullosos y afortunados de habernos encontrado en nuestro camino con Isabel, una persona con una gran capacidad para dar, una labor que no cesa incluso en sus momentos personales más difíciles”, asegura el presidente de la federación provincial de coordinadoras contra la droga, Francisco Mena.

¿Qué llevó a esta mujer, sin familiares con problemas de drogas, a sumarse a esta lucha?  ¿A enfrentarse a la cara con las mafias? Mena responde que un sentimiento de solidaridad con sus vecinos.

 En los años ochenta Isabel era un miembro más de la asociación de la barriada de Bellavista de La Línea, ciudad en la que una mujer, Micaela Pérez, había ya iniciado la lucha vecinal contra los narcos y reclamaba medios para que los jóvenes se desenganchen de la heroína. Su hijo era uno de esas víctimas. Micaela hizo  un llamamiento de auxilio al pueblo linense. “Yo la escuché hablar por la radio y vi que era una pobre mujer que tenía un problema y lo normal es que se le echara un cable porque ella sola no podía sacar a su hijo de la droga y hacerse escuchar. Yo decía: pobrecita esa mujer con ese hijo y siempre sola”, asegura Isabel.

Era 1989 y Micaela Pérez había convocado una reunión con el movimiento vecinal. Por parte de la asociación de Bellavista mandaron a Isabel y en la cita ambas mujeres se unieron en una misma  lucha.

 Isabel cuenta que en sus años en Casablanca veía a los niños aspirar pegamento y gasolina, pero que no sabía que lo hacían para colocarse. Fue en La Línea cuando fue consciente del infierno que es la drogadicción.

En 1984, Isabel se separó en Casablanca de su marido y vino a España con sus hijos. Ella siempre estuvo ligada a sus raíces españolas, ya que desde pequeña visitaba, junto con su madre y hermanos, a sus parientes en La Línea de la Concepción. Se instaló, pues, en esta ciudad. En este momento se encontraba sola para sacar adelante a su familia.

Comenzó a trabajar como asistenta de hogar habitualmente y de forma eventual como traductora. Es en esta época cuando conoció a Sor Joaquina, hermana de la Caridad, con quien comenzó a conocer la problemática social de la ciudad. Este conocimiento la acerca a la realidad local y  empezó a integrarse y a participar en acciones de ayuda voluntaria y colaboraciones con entidades asistenciales y reivindicativas

Fueron años duros. En La Línea se formó la coordinadora despierta y allí están ellas, las madres de los pañuelos verdes, que no tienen miedo a plantarse ante las casas en donde se vende la heroína al grito de “aquí se vende droga”. Junto a estas madres recorren toda Andalucía con el grupo de “Teatro de la Provocación”, interpretando obras para sensibilizar en informar sobre la realidad de las adicciones, el Sisa y todo lo que rodea a este drama. Actúan en institutos, cárceles, plazas de pueblos, teatros.

“Se veía a estos chicos como delincuentes, cuando eran unos enfermos”, asegura Isabel rememorando esos tiempos pasados. Su labor solidaria también el lleva a reclamar a los Gobiernos que pongan medios para ayudar a los drogadictos a desengancharse e reintegrarse en la sociedad.

Su compromiso le llevó a acoger en su casa de forma temporal hasta que quedará libre una plaza en un centro de rehabilitación a drogodependientes que estaban en la calle y que querían rehabilitarse.

Isabel tiene carnet de conducir y una furgoneta, en la que desplaza a sus compañeras cuando tienen que acudir a alguna concentración, acto o reunión.  Está para todo. Los fines de semana cargaba el vehículo con ropa usada que vendía en el mercadillo de antigüedades de Sabinilla.

Isabel es persistente, pero realista. “Yo sigo ahí luchando, pero sé que es una lucha sin final. Cuando empezamos la lucha creíamos que íbamos a quitar de en medio la droga, así lo creían muchas mujeres que ya han muerto y que también vieron morir sus hijos, pero ahora ves que no, que aquí no se ha quitado nada”, asegura.

Ahora ha sido premiada por la Diputación. “Me da alegría pero el premio no es para mí sino para todas esas personas que están ahí conmigo, ese montón de madre y de gente que se suben al carro y que no se conocen pero que están trabajando contra la droga”, explica esta mujer.

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