Si, no estoy diciendo ninguna tontería. Ya la cepa británica es mayoría en muchas zonas de España y después de un año de confinamientos obligados, parciales o de recomendaciones, se puede comprender que el personal tenga ganas de salir porque, además, muchos vecinos dependen de que salgamos. Pero eso de hacerlo en masa y sin precauciones no es sólo una actitud sin ética sino sin estética.
Amontonarse en las calles con la que está cayendo es una falta de empatía hasta con los moribundos, que son muchísimos los que ocupan las UCIs. De los muertos están los cementerios llenos con lápidas con la silicona fresca y flores sin marchitar que son el llanto de quienes viven en el mismo pueblo de esos otros inconscientes que parecen celebrar, a solo unos metros, que aquí no está ocurriendo nada, quizás, porque a ellos no les ha tocado todavía.
La cuarta ola está ahí y, ahora el puente del 28F (Día de Andalucía para que lo sepan los de fuera de Andalucía) va a ser la prueba de que la pena y la compasión son solo sentimientos literarios y eso de que el muerto al hoyo y el vivo al bollo no es solo una parte del refranero, sino que es una evidencia de una sociedad desconsiderada y deshumanizada, que hace convivir en cada ciudad, en cada pueblo, a gente que se cree que la pandemia ha pasado o que quiere creérselo porque no conoce el concepto de responsabilidad, con gente que vuelve del hospital sin la esperanza de que su padre salga de la UCI. La cuarta ola va a llegar también porque el ritmo de vacunación es el que es y el ritmo de quienes piensan en su diversión es mucho mayor.
A todos eso les digo que debe ser tremendo asistir al final de quien lo ha sido todo para uno.Y encima, tener que oír ese runrún del egoísmo por esa gente de fiesta.
Este hecho hace envejecer no por los años sino por la desconfianza en ese género humano al que todos pertenecemos.
