El tiempo en: Campo de Gibraltar

Lo que queda del día

Magnus y la lección del arraigo

Harán falta muchos más programas como Tándem para seguir creyendo en que se puede cambiar el mundo

Publicado: 22/02/2025 ·
14:03
· Actualizado: 22/02/2025 · 18:23
  • Los participantes en TándEM en Jerez, con sus diplomas -
Autor

Abraham Ceballos

Abraham Ceballos es director de Viva Jerez y coordinador de 7 Televisión Jerez. Periodista y crítico de cine

Lo que queda del día

Un repaso a 'los restos del día', todo aquello que nos pasa, nos seduce o nos afecta, de la política al fútbol, del cine a la música

VISITAR BLOG

Magnus Brunner es el comisario europeo de Migración. Esta semana ha estado en España y ha dicho que “necesitamos desesperadamente inmigrantes para nuestros mercados de trabajo”. Bienvenido Magnus, porque hasta ahora la UE sólo había sido parte del problema, no de la solución. Lo explicaba esta semana en Jerez el director de Andalucía Acoge, José Miguel Morales: “Las políticas europeas han sido un fracaso porque no han entendido el papel de las migraciones; de hecho, lo ha dificultado”.

En nuestro país, la ministra de Migraciones, Elma Saiz, ha reconocido que han aprendido de los errores de otros países del entorno para afrontar la cuestión de la inmigración con mejores garantías. Un ejemplo es el nuevo Reglamento de Extranjería que, de facto, va a dejar en suspenso la ILP tramitada en el Congreso para regularizar la situación de 500.000 personas migrantes que viven en España sin papeles ni derechos básicos -sólo Vox votó en contra de su tramitación-.

La ministra se ha decantado por otra vía, la del arraigo, que permitirá regularizar la situación de unas 300.000 personas al año durante los próximos tres años, a partir de un análisis individualizado de cada situación. En concreto, se contemplan cinco tipos de arraigo. Uno de ellos, el socioformativo, es el que ha permitido a 16 jóvenes, menores de 30 años, procedentes de países como Honduras, Marruecos, Colombia o Mali, y residentes en Jerez, poder participar en un programa de empleabilidad y acceder a un contrato de trabajo.

Esa figura, la del “arraigo formativo”, sin la que seguirían sin papeles y desprotegidos, ha ayudado a sortear el escalón que impedía y dificultaba hasta ahora su total integración en la sociedad. Y ha sido posible gracias a un proyecto pionero, denominado TándEM, que ha sabido demostrar su utilidad, e incluso hacernos creer en el desarrollo de políticas públicas que todavía pueden contribuir a “cambiar el mundo y a generar oportunidades”, como subrayó Morales en la clausura del programa.

Qué quieren que les diga, en un momento en el que vivimos pendientes de las excentricidades de una pandilla de megalómanos malcriados que parecen estar disputando una partida al Risk -“la guerra y la vanidad comen en la misma mesa”, canta Jorge Drexler-, con el mayor de los desprecios hacia la ciudadanía que teme sufrir las consecuencias de sus decisiones, ennoblece poder escuchar discursos ajenos a siglas políticas que apelan a la esperanza y a la propia dignidad del ser humano, ese material intangible con el forjamos nuestros sueños y el coraje para seguir viviendo frente a los que esperan que sigamos agachando la cabeza.

 El director de Andalucía Acoge habló expresamente para esos jóvenes a los que un simple papel les ha cambiado la vida, pero para hacerles ver que ese documento tampoco decide quiénes son. “Lo que aportáis a la sociedad es lo que define quiénes sois. Dejad de hacer caso a los que van diciendo que no sois de aquí. Cómo que no sois de aquí. Que nadie os diga eso. Cada país es de quien lo construye, no sólo del que nace en ese país. Si vosotros elegís vivir aquí, ésta será vuestra tierra, pero no es el permiso de residencia el que os dice que es vuestra tierra, sino lo que hagáis para contribuir al desarrollo de esta tierra”.

Aunque el arraigo forme ya parte de sus vidas, les seguirá costando entenderlo, entre otras cosas porque no depende sólo de ellos, y porque harán falta muchos más programas como éste para seguir creyendo en que se puede cambiar el mundo, de manera que no quede en una pequeña contribución social, sino en la apertura de un nuevo camino que conduzca a redefinir una realidad impensable a finales del siglo XX.

Ya les digo, sólo eran 16 jóvenes posando felices con sus diplomas; todos ellos nacidos bajo diferentes banderas, pero unidos ahora por un mismo idioma, una misma tierra y una misma aspiración. No era un acto de buenismo, sino de justicia social. Ya sólo falta que Magnus lo entienda igual así.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN