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José Luis Aragón: “Mi obra más importante es haber enseñado mis conocimientos”

José Luis Aragón, artista, docente y virtuoso de la cerámica, reconocido en la Gala de Personalidades Relevantes de la Feria de El Colorado

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  • José Luis Aragón, artista, docente y virtuoso de la cerámica.

Su vida da para una novela. Su vida da para una película, o para una serie en las actuales plataformas televisivas. Hablamos de José Luis Aragón Sánchez, que ayer fue protagonista en la cuarta Gala  de Reconocimientos a Personas Relevantes enmarcada en esta nueva edición de la Feria de la Primavera de El Colorado, dentro de la categoría del Mayor.

Nació en Chiclana un 15 de junio de 1941 y a los dos años comenzó a ir de vacaciones a la finca de La Tacita en el Barrio Nuevo, que ya acoge a siete generaciones de la familia desde el siglo XIX. Ahora acaba de nacer una nueva bisnieta.

“Es una gran satisfacción”, afirma José Luis Aragón. “Siempre es una alegría que te realicen un reconocimiento”.

Aragón estudió en el antiguo Colegio Rural Forestal y estrenó el Colegio de El Colorado. Durante muchos años dedicó horas y horas a entrenar en bicicleta aunque “nunca llegué a competir fuera de la provincia”. También se acercó al mundo de la tauromaquia, pero por aquellos años “el futuro era muy limitado aquí”, y a pesar de su amor por la agricultura, se enroló en la Marina tras estudiar en la Escuela de Suboficiales.

A su vuelta estuvo trabajando en la tienda de frutas y hortalizas que su padre tenía en Chiclana pero en 3 de febrero de 1963 inició su plan de viajar y vivir en Barcelona, luego en Génova y posteriormente en Nueva York.

Llegó a Barcelona y comenzó a trabajar en una empresa de embalaje y seguros de obras de arte, lo que le abrió las puertas del mundo del arte. Conoció y entabló amistad con Antoni Tàpies, quien le instó a irse a Nueva York “dándome la tarjeta de un amigo suyo que compraba muchas obras de arte y que era un directivo de Coca Cola”.

También entabló amistad con Joan Miró y Josep Llorens i Artigas, que le propusieron entrar en la escuela de arte Massana y le ayudaron a conseguir una matrícula que “me permitía acudir a cualquier hora y a las clases que me interesaban”. Allí conoce otra dimensión de la cerámica contemporánea, debiéndole su formación al torno gracias a Mateo del Río.

En esos años su obra comienza a conocerse y participa en exposiciones, recibe encargos, cuenta con un stand en la Feria Internacional de Muestras de Barcelona, etc. Exposiciones como la de la propia Escuela Massana, en el Palacio de la Virreina, en el Instituto Británico,  en el Salón de Mayo, en el Ateneo, al tiempo que ya es presentado como artista a las autoridades locales…

Su vida da un giro tras conocer a un monje, estudiante también en la Escuela de Arte. Así en 1966 se traslada a vivir al monasterio de Montserrat, donde sigue trabajando la cerámica. “Realizaba santas cenas, tallas de la Moreneta, crucifijos… todo lo que se vendía en las tiendas del monasterio”. Allí estuvo hasta que un día, en Terrassa conoció a Ana, su mujer. “Iba en sotana”, comenta entre risas su esposa, que en aquellos años estaba realizando un curso de verano en la universidad de Barcelona para completar sus estudios de Filología Hispánica iniciados en París.

En el 67 realiza una serie de platos en el taller de Artigas que serán decorados por Miró para expuestos en Osaka (Japón). Ese año se traslada a París e ingresa en la escuela Métiers de d’Art, donde tiene como profesor a Pierre Fouquet y profundiza en sus conocimientos de cerámica industrial, artística y artesanal, reforzando su maestría en la porcelana y del grés. Además, investiga sobre la cerámica china de la Dinastía Ming.

En esos años realiza y participa en infinidad de exposiciones y comienza también a dar clases como profesor de cerámica, incluso crea un taller en el centro cultural Colombes. Recorre todas las provincias realizando demostraciones y charlas coloquios…

Y en 1982 se instala definitivamente en su finca en el Colorado… donde no abandona la cerámica, ni la docencia, y deja de participar en exposiciones. Es imposible describir ni una mínima parte de su actividad artística porque es prácticamente inabarcable.

Ahora vive entre su taller, sus nietas, su vida social, sus caballos, la agricultura y por supuesto su arte. “Convivo como un vecino más. Me encanta. Acudo a llevar mis cosechas a la cooperativa. Ya somos siete generaciones en esta tierra. Quiero arreglar los dos hornos y seguir con proyectos de colaboración con otros artistas”, explica con humildad a pesar de aceptar esta misma semana ser miembro de la Academia de Bellas Artes de Sevilla.

Aún así, “mi obra más importante es haber enseñado mis conocimientos. La docencia es mi obra principal”, explica José Luis Aragón consciente de que su legado vive en muchos ceramistas contemporáneos. Su huella está presente en cada consejo que les ofreció, en cada enseñanza, en cada investigación resultando de muchas horas “de laboratorio”.

Junto a la docencia, destaca con la misma intensidad de función social, su vida social. No hay que olvidar que presidió y fundó en su casa, en 1983 la Asociación de Vecinos del Campo de Conil, la cual llegó a tener más de cuatro mil miembros y logró mejoras para la zona como la electrificación, el alumbrado, el teléfono, el centro médico, el arreglo de caminos, la construcción del centro social… “gracias también a la colaboración del Ayuntamiento”.

También presidió y fundó la Asociación Conileña del Caballo y, junto a su mujer, crearon la primera Asociación de Padres de Alumnos, APA, en el Colorado. Es decir, como hemos comentado al principio, su vida da para mucho más que una novela y lamentablemente no tenemos espacio para plasmarla como se merece.

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