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El cementerio de los ingleses

Alcalde Bruno

la política municipal, estando el mandatario más cerca del pueblo al que gobierna, debería ser menos corriente que la promesa electoral se convierta en falacia

Aunque es algo que tenemos normalizado por la costumbre, lo cierto es que lo peor que podemos encontrar en un político es la mentira. Es algo a lo que estamos habituados por la política nacional, donde nos creímos que Felipe González era socialista, la prosperidad de Aznar que motivó la posterior crisis financiera, las bajadas de impuestos de Rajoy (al final sí era posible bajar hacia arriba) o, incluso, el rechazo a la amnistía de Pedro Sánchez. Puedo estar más o menos de acuerdo con este último ejemplo, pero lo cierto es que Sánchez no lo esgrimió en campaña y, de hecho, alguna vez se manifestó en contra. Como digo, no soporto la mentira en un político, ni siquiera bajo el eufemismo del cambio de opinión, por muy usual que sea que esta se produzca.

En la política municipal, estando el mandatario más cerca del pueblo al que gobierna, debería ser menos corriente que la promesa electoral se convierta en falacia. Y ya ni hablamos de la promesa a secas, quizá más innecesaria al haber obtenido ya el cargo. Sin embargo, según parece, en Cádiz tenemos un ejemplo flagrante. Bruno García, el recién llegado alcalde, prometió a la plantilla del Servicio de Ayuda a Domicilio un pliego para la municipalización del servicio, como de hecho han conseguido las plantillas de otras localidades (caso de San Fernando, por ejemplo). Dicho pliego incluía reducir la jornada a 35 horas semanales, un aumento salarial de 225 euros al mes y la ya citada remunicipalización. Sin embargo, el pleno para presentar este pliego iba a celebrarse en diciembre y la plantilla gaditana se ha encontrado con un ni hablar del peluquín: la asunción del servicio por el Ayuntamiento no va a producirse, el aumento salarial tampoco y su jornada continúa siendo de 38 horas a la semana.

Ya lo hice con Kichi, hablando en clave carnavalesca por su pasado comparsista, criticando la inacción en este asunto del Ayuntamiento de Cádiz y recordándole el pasodoble de Martínez Ares donde el coplero ya reventaba ante la gestión del entonces regidor. Y, tras dos años de lucha y el cambio de alcaldía, parece que el comparsista vuelve a cruzar sus letras y melodías con el rumbo de mi pluma: aunque sea desde distintos puntos geográficos, por distintos medios y sin haber hablado nada, nos hemos vuelto a encontrar. El Niño como advertencia al alcalde desde las preliminares del COAC, yo como denuncia a una mentira desde estas líneas; Don Antonio, con su guitarra desde la estatua de Moret mientras yo apunto con mi pluma desde mi casa; pero, al final, ambos estamos apuntando a su despacho. Como rendido admirador, ya me encantaría conocer en persona a la leyenda del carnaval, que sólo soy un juntaletras a tiempo parcial. Pero esa es otra historia.

Lo importante en estos momentos es que el Alcalde Bruno ha dejado en la estacada a una plantilla que hace más fácil la vida de mayores y dependientes. Que había dado su palabra a estas trabajadoras y, con retraso de casi un mes, les ha comunicado que no podía ser, que no lo había conseguido, otro eufemismo: las ha dejado tiradas incumpliendo su palabra porque, si no dependía de él que fuera posible, no debería haberlo prometido. En cualquier caso, habrá que andar con ojo: no somos un rebaño, pero somos muchas ovejas negras. Y prometemos balar fuerte.

 

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