La fiesta de carnaval

Publicado: 02/03/2025
Los que participan en esta fiesta saben que es un tiempo perteneciente al diablo en el que admiten todo tipo de conductas prohibidas en la vida diaria
Pasa la semana dedicada a la fiesta, la celebración, la libertad (que ya se tenía) y sobre todo el humor y la risa. En las calles hay disfraces y sobre todo máscaras, las de cartón y las otras. Cada localidad o región se manifiesta de forma diferente y procura que su inversión del orden social, su ambiente de transgresión, adquiera un carácter de sátira, burla e ironía que hagan felices a los propios del lugar y contagien más allá de sus fronteras. Es el “carnaval” - carne levare, quitar la carne -, celebración en la que casi todo está permitido, tiempo de plena diversión que comienza el primer domingo después de la Epifanía y termina el Miércoles de Ceniza. Los que participan en esta fiesta saben que es un tiempo perteneciente al diablo en el que admiten todo tipo de conductas prohibidas en la vida diaria y, además, siempre tuvieron en cuenta que para que su reputación no decayera posteriormente era mejor disfrazarse y cubrir el rostro con algún tipo de máscara. No fue así en un principio y si contamos más allá de cinco mil años, las sociedades sumerias y egipcias realizaban estos primeros rituales en torno a la fertilidad y la renovación productiva, incidiendo además con algunas deidades.

Grecia comienza a acercarse a lo que hoy en día es esta efeméride y celebraba “Las Dionisios”, donde era normal los excesos de comida, bebida y lujuria, todo ello en honor a Dionisio, Dios del vino, la diversión y el teatro. En Roma pasa algo parecido. Las saturnales son las fiestas en honor a Saturno, Dios de la agricultura y la cosecha. Ya aquí se demuestra el interés de fondo. Los rituales pierden en parte importancia y audiencia y las representaciones teatrales adquieren una importancia trascendental, siendo el centro de atención de los festejos donde se buscaba el doble carácter de un sentido religioso y otro de liberación de las tensiones sociopolíticas. Es en la Edad Media y con la celebración de las fiestas ligadas al cristianismo, cuando se consigue una verdadera consolidación del carnaval.

Ambas fiestas se acoplan en las mismas fechas del calendario y el carnaval se celebra el día previo a la Cuaresma, alentando a la gente a divertirse transgresoramente ante el tiempo de restricción que con la Cuaresma le espera. La iglesia católica propuso la denominación de la fiesta para referirse al abandono de la carne, como una entrada a la sobriedad de la Cuaresma y hay historiadores que creen que la palabra carnaval es de origen italiano y que la religión cristiana se apropió de ella para sustituirla por libertinaje. Los carnavales adquirieron una dimensión global cuando desde Europa llegaron a América. Se mezclan en una verdadera amalgama lo europeo y lo local de cada una de las regiones de América. Se hace mundialmente famoso el carnaval, y ejemplo de ello son los propios de Brasil o Perú (Cajamarca) en aquel continente.

Es en el pasado siglo y lo que llevamos de este cuando los carnavales tienen su época dorada, multitudinaria y turística. En Venecia (Italia) sus máscaras (maschera nobile y maschera del galeoni) y los disfraces le dan especial relevancia, impregnada de simbolismo que le distingue de cualquier otro carnaval. No faltan ni los detalles clásicos, ni los contemporáneos, que dan al conjunto un ambiente verdaderamente mágico. El atractivo turístico es desmesurado. En España, Tenerife tiene el carnaval más llamativo, sobre todo en lo que se refiere a la Gala de la Reina. Los chicharreros saben cómo disfrutar y hacer que disfruten todos los que llegan a su fiesta con su espectacular desfile -el Gran Coso Apoteosis- sus concursos de murgas infantiles y de adultos y sus agrupaciones musicales herederas de las “parrandas carnavalescas”. Pero hay una fecha, un martes de carnaval de 1987, que no puede olvidarse. Ese día Celia Cruz con la Sonora Matancera y la Billo´s Caraca Boys congregó a 250.000 personas en la Plaza de España de Santa Cruz. Ello le valió figurar en el Libro Guinness.

El sol se ha parado, aunque en realidad es la tierra la que no gira, con estupor el pueblo hebreo se pregunta qué es lo que pasa. Hay una respuesta: está combatiendo Josué líder del pueblo de Israel tras la muerte de Moisés. La vida es movimiento, sin él carecería de sentido. ¿Pero esta quietud, esta inacción, este sosiego del pueblo gaditano? Hay una respuesta, Cádiz está cantando su carnaval. Es cierto que el Carnaval de Cádiz existe como fiesta desde el siglo XVI y también es posible que las influencias genovesas y venecianas hayan influido en el inicio de tal efeméride, pero las expresiones gaditanas son intrínsecamente originales, creativas, saturadas de humor, ingenio, y liviandad noble y transparente. Es su idiosincrasia y su cultura, que se manifiesta día a día y que en carnaval lo único que hace es universalizarla, desde su Gran Teatro Falla.

 La base donde descansan todos estos atributos es la ironía y el sarcasmo es el pañuelo que acompaña a la chaqueta del lenguaje gaditano. No puede compararse el carnaval gaditano a ningún otro, al igual que no puede compararse el ser humano al resto de los animales. Es diferente y único. Es además el que mejor muestra los dos brazos naturales del mismo: el “carnaval oficial” y el “carnaval de los ilegales” y no me pregunten cuál de los dos es más ingenioso, porque no hay respuesta. Los títulos - fiesta de interés turístico, cultural, o Tesoro del Patrimonio cultural e inmaterial de España - interesan y se lucen, pero siempre con carácter secundario. En Cádiz no hay crisis, solo falta dinero y nunca faltan el sol, el mar o el cachondeo, las metáforas poéticas “yo no tengo más paisaje que a Cádiz con su oleaje de ropa blanca” y la picaresca humorística “qué sueño y que flojera, ojú, me está entrando a mí..... como me acueste no me levanto ni pa dormir”. Pero que no falte la generosidad. Cádiz es toda la provincia, cada una con su idiosincrasia y su ingenio, aunque la capital sea el corazón sensible de donde parten todos los sentimientos.

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