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El jardín de Bomarzo

Amaneceres Verdes

Les ofrezco un relato anovelado sobre economía callejera y que uno, que es de letras pero no de cambio, adapta y expone para explicarse fácil y para darle variantes nuevas y abono distinto a este mi floreado jardín

Le debo un artículo a la financiación de los partidos políticos y a lo poco que se profundiza, por común interés, en esta materia, otro en profundidad a los sindicatos, a sus cuentas generales, a la frivolidad pública con la que salen advirtiendo que se les han perdido miles de archivos internos y que por eso va a estar difícil eso de dar explicaciones de sus cuentas, qué vergüenza, a nula fiscalización que sobre ellos hace el tribunal de cuentas y a cómo es posible que en plena sangría la Junta apruebe otros 3,6 millones de euros para UGT en formación. Le debo un artículo al silencio administrativo, ese que provoca que un ciudadano humilde como yo haya presentado alegaciones a la Ley de Transparencia y cinco meses después, nada menos, aún nadie de la magna institución autonómica haya ni tan siquiera comunicado recepción de las mismas, no digo ya intención de contestarlas y estoy entre armarme de paciencia o irme al juzgado para seguir jugando a la peonza y poner a prueba al sistema y, ya sé, puede parecer muy friki pero no me distingo por abandonar cruzadas aunque solo sea por dar ejemplo a esos dos que vienen siendo hijos míos, le debo otro, no sé si me dará para tanto, al próximo comité provincial del PSOE de Cádiz tras la ejecutiva de Granada y a celebrar el 16 del presente donde, ejem, no debo anticiparme, ejem, pero palpito secuela en esencia del serial sobre el río donde un cocodrilo, cariñosamente, observa a varios ñues que libremente decidieron nadar sin permiso y, filetes ellos, en este caso gaditanos de origen, derivan en alimento de quien controla el paso –inconfesable el juego que privadamente me está dando la metáfora-; a Araujo, Picardo y Carracao, desde que les une La Verdad, circulan mucho justos en coche, comen a menudo en Gibraltar… Qué bonito es llevarse bien.

Le debo otro, conste, a los movimientos que sucederán en la alcaldía de El Puerto, donde Enrique Moresco cederá testigo en breve a Candón, entre diciembre y marzo para, pudiera ser, incorporarse a la dirección de Ifeca donde, pudiera ser, trasladen a Aurelio Sánchez a la presidencia del Consorcio de Bomberos donde, pudiera ser, saliera el actual y alcalde de Bornos, Fernando García Navarro. Pudiera ser.

Le debo uno más a la hipocresía política de quien denuncia, por ejemplo, gasto innecesario en publicidad cuando hace dos días el partido al que representa abandonó los despachos y no se podían cerrar los cajones de la cantidad de facturas sin consignación, sin firma, sin vergüenza ante tanto despropósito y ahora van y las cascan, le debo otro a los Grupos de Desarrollo Rural (GDR), que durante años han manejado fondos europeos y financiado muchas situaciones y sobre los cuales nadie parece ejercer fiscalización alguna salvo Europa cuando, como es el caso actual, decide meter el lápiz, me piden otro sobre las consecuencias reales del informe del fiscal sobre el ERE del Ayuntamiento de Jerez aquí anunciado la pasada semana y que por muchos ha sido perseguido desde entonces cuando lo fácil era pedírmelo a mí, que lo tenía, aunque por supuesto lo más que hubiese hecho es colgarlo en la web para que, así, lo tuviesen todos, le debo otro a los Reyes Magos y a la ya tradicional carta de peticiones y le debo otro a los bancos, a quienes hemos rescatado que para sigan fastidiándonos la vida y a quienes casi nadie fiscaliza, ni pide responsabilidades, ni hacen pagar por los errores cometidos cuando son en buena parte los grandes culpables de los años de mala vida que todos estamos pasando.
Pero como con una mano escribo y con la otra imaginaria cierro la maleta para irme de puente, que estaba yo dudando entre esquiar en Baqueira, pasear y hacer compras navideñas por la calle Oxford en la City, investigar despistado la cultura del perrito caliente callejero en Manhattan o, como finalmente decidí, quedarme en mi soleada y gaditana casa abrazado a un libro –Legado en los huesos, de Dolores Redondo, segundo de la saga del Baztan-, a la Ribera del Duero, a su variado maridaje y al sonido de las zambombas de mi tierra, me despido con un relato anovelado sobre economía callejera y que uno, que es de letras pero no de cambio, adapta y expone para explicarse fácil y para darle variantes nuevas y abono distinto a este mi floreado jardín.

El largo puente. Ojeando distraída un catálogo viejo en aquella sala de espera se le ocurrió a María José pasar el puente de la Inmaculada en el parador allí anunciado, todo rodeado de andaluz monte, para lo cual, impulsiva, sacó su móvil del bolso y sin perder tiempo llamó para reservar habitación doble con todo incluido –el chico lo llevaría ella puesto-.

Al tercer tip saltó la voz de Antonio Jesús, recepcionista del hotel Amaneceres Verdes, que amablemente le confirmó la entrada en cuenta de los cien euros necesarios para la reserva y que ella había ordenado sobre la marcha vía smartphone. Como máximo responsable del parador con encanto, encantado Antonio Jesús había heredado un negocio mal gestionado y que, por ello, no atravesaba su mejor momento ante las muchas deudas acumuladas, con lo cual pensó con esos cien euros liquidar alguna y, sin meditarlo demasiado, se fue directo a ver a Pepe, el cascarrabias y bonachón panadero y a quien debía la entrega diaria de los últimos dos meses.

Con los cien euros Pepe, ya metido en años pero bien conservado como fruto del servicio prestado a la patria, decidió pagar la harina a Javier, con quien no se llevaba especialmente bien desde que hubieran de elegir presidente de comunidad pero a quien había que tener cercano no fuera le cortara el suministro; este, natural de un pueblo de la sierra de Cádiz y, quizás por ello, nada dado a dejarse impresionar, cogió el billete de cien para gastarlo en la compra de carne y embutido del mes en Charcutería María Dolores, donde nunca se fía y todo ha de ser al contado y con facturas.

La muy organizada dueña del negocio de la carne guardó el transitado billete en la pechera y dirigente se encaminó hasta la mercería de Irene, que estaba justo en la acera de enfrente de su local, para hacerse con aquellos encajes íntimos tan seductores con los que mostrarse esa noche a su amado Mariano sonriente y toda mala e Irene, que hacía tiempo no vendía demasiado porque el suyo era un negocio difícil para esta época, se marchó rauda con el billete verde a liquidar parte de la deuda personal que contrajo con Víctor, quien amablemente se había hecho cargo de alguno de sus problemas.
Éste, con cien eurazos de pronto en la cartera y sin escrúpulos lo cual no era nada habitual en él, pagó a la chica sin nombre –uno es valiente, pero no tanto- el último servicio prestado a domicilio donde por esa cantidad le había proporcionado placentero amor a cuenta, tras lo cual ella se dirigió al hostal Amaneceres Verdes para liquidar a Antonio Jesús alguna de las habitaciones que aún tenía en deuda y donde, llegado el caso, ejercía oficio.

Antonio, recién aterrizado del Himalaya, apuraba té en la mesa del fondo mientras depuraba discurso cuando una llamada rompía el silencio e informaba al recepcionista la anulación de la reserva que unas horas antes había hecho María José porque esta debía acudir de urgencia a una reunión en medio del puente a causa de un informe que alguien había filtrado y que afectaba directamente a su entorno laboral. O algo así le había explicado.

El caso es que los cien euros volvían al lugar de origen, pero con ellos muchos habían comido, vendido, liquidado deudas, consumido o generado negocio porque el dinero estuvo en movimiento. Que es exactamente lo que siguen sin hacer los bancos, mover el crédito.  Y así es imposible.

PD. Todos los nombres y situaciones son fruto exclusivamente de la imaginación malvada y torticera de este canalla hacedor de párrafos, al que ser original reconoce llevarle al desvarío. Feliz puente a todos.

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