El río de oportunidades en el que se iba a convertir la entrada a El Puerto queda en simple laguna seca, ennegrecida y con escasa vida, a tenor de cómo se desarrolla la gestión que refleja las incompetentes y maneras reales de afrontar asuntos de un calado urbanístico que afecta directamente al crecimiento de la ciudad.
La paralización de las obras del aparcamiento subterráneo y las trabas en forma de licencia de Urbanismo dejan claro que unas son las intenciones, obligadas, de cumplir con un compromiso, bajo amenaza vía judicial, y otras las reales, las visibles y las que por mucho que se intenten esconder y edulcorar son las que son. Socavones, tuberías y un proyecto que languidece en vez de ser el que enarbole el resurgir y hacer florecer a la ciudad.
El parking de Pozos Dulces, desde su inicio, ha sido un problema más que una solución para un equipo de Gobierno al que le incomoda el afrontar obligado la realización de una obra, otra más, y que a tenor de su incapacidad de paralizarla, torpedea y menosprecia una infraestructura de este calado.
Al igual que la licencia de apertura del Casino Bahía de Cádiz, al que se solicita más de un millón de euros para su apertura.
Escudarse en protocolarios procedimientos o en tasas pasadas no imposibilita que éstas se puedan cambiar en pos de mejorar la deplorable entrada a la ciudad. Se sigue sin saber gestionar ni el pasado ni, lo más preocupante, el futuro.