Carelia podría ser un bonito nombre de mujer. Seguramente también lo sea, pero es una república autónoma de Rusia en la región báltica entre Finlandia y Rusia. Tras la Segunda Guerra Mundial, con el reajuste de fronteras que se hizo en Europa central y oriental, Carelia pasó a formar parte, casi en su integridad, de la URSS. Cuando ésta se disolvió, algunas voces -que fueron acalladas- pidieron que la parte finlandesa perdida volviera a su origen. No fue así.
Carelia es una hermosa pieza musical de Sibelius que forma parte del renacer nacionalista -también musical- que hay entre el siglo XIX y el XX. La literatura, el arte, la música acompaña siempre -a veces incluso protagoniza- el renacer de los pueblos, con Estado-nación o sin él. La dulzura del discurrir del rio Moldava lo hace ser protagonista para los checos de otra composición del mismo tenor nacionalista de Smetana. Los espléndidos cañonazos musicales de Tchaikovsky en su memorable 1812 rememoran la victoria rusa sobre Napoleón y es un homenaje al zar ruso que lo hizo posible, y así sucesivamente.
El fin de la guerra mundial hizo de Finlandia un país singular y su situación de entonces ayuda a comprender lo que está sucediendo actualmente con Ucrania. Se hizo popular en el vocabulario diplomático el concepto de “finlandización”. Su extensión es lo que desea Rusia. Se puede decir que, durante la Guerra Fría, Finlandia estaba entre los los dos mundos enfrentados entonces y -a pesar de las perdidas territoriales- conservó su independencia como nación, a condición de no alinearse con el bloque occidental-. Era una especie de independencia vigilada, que le permitió salir adelante, desarrollarse y llegar a formar parte de la socialdemocracia nórdica que procuraba bienestar a sus ciudadanos. Eso le significó ser sede de la Conferencia de Helsinki -su capital- entre 1973 y 1975. El Acta Final de la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa reconocía la inviolabilidad de las fronteras existentes en Europa, se renunciaba al uso de la fuerza e incluso a su mera amenaza. Por tanto, es mucho lo que está en juego en estos momentos porque todos los Estados europeos fueron signatarios del Acta Final, que se contraviene por las adquisiciones territoriales forzosas entre los países firmantes. Por eso -entre mil razones más- Ucrania tiene el derecho de defenderse y de ser defendida.