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Euforia en las bolsas

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La decisión de la Reserva Federal norteamericana de reducir los tipos de interés hasta el 1 por 100 ha sido recibida con entusiasmo por las bolsas mundiales. Bernanke parece decidido a evitar que la combinación de la crisis económica con la financiera cree una situación similar a la Gran Depresión de los años treinta. De ahí toda la batería de medidas lanzadas por la FED y por el Tesoro para conjurar esa amenaza. El riesgo estriba ahí. Ahora el panorama no es el de estanflación, una caída del crecimiento acompañada de un incremento del nivel general de precios. El desplome de la demanda interna –consumo e inversión– unido al descenso de los precios de las materias primas aleja el fantasma inflacionario y permite relajar la política monetaria.

Dicho esto, la agresiva actuación del gobierno y del banco central norteamericanos, que están siendo imitadas por el resto de los países quizá logre evitar el colapso del sistema de pagos, pero no conseguirá impedir una recesión que iniciada en los EEUU se extienda al resto del mundo.

Estamos ante un escenario de recesión deflacionaria, esa palabreja significa que la economía se contrae y, con ella, el precio de los activos –inmuebles, acciones etc–. El resultado es que la gente es más pobre, consume e invierte menos lo que a su vez genera problemas adicionales en la situación de las entidades financieras. Ésta se deteriora porque el aumento del paro y de las quiebras de empresas impide a éstas pagar sus deudas. Es la serpiente que se muerde la cola.

Ante este panorama, la receta para salir de la crisis es clara. Por un lado, los poderes públicos tienen que evitar el hundimiento del sistema financiero. Esto es lo primordial porque si no se lograse ese objetivo entraríamos en una dinámica similar a la de la Gran Depresión. Por otro hay que poner las bases para la recuperación. Ello implica liberalizar los mercados, sobre todo el laboral, contener el gasto público y bajar los impuestos que recaen sobre las personas y sobre las sociedades. Una estrategia de esta naturaleza permitiría reducir los costes sociales y económicos de la crisis y crear los cimientos para superarla.

En cualquier caso, la reactivación de las bolsas experimentada estos días es de corto recorrido. El mercado ha reaccionado con alivio ante, ya veremos si es verdad, la hipótesis de que lo peor de la crisis financiera ha pasado. Sin embargo no existe expectativa alguna de que la economía real se reanime. Por el contrario, todo indica que la crisis será dura y larga. Esto significa menores beneficios empresariales y, por tanto, las bolsas tenderán a ajustarse a ese escenario.
En suma, no ha comenzado ni mucho menos el rebote alcista del parquet.

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