La pólvora que a las seis de la tarde ha marcado que empezaba la fiesta ha servido también para descorchar la emoción contenida
Dos años de espera, tres cohetes, más de dos mil litros de pintura negra y cinco siglos de tradición construyen el boceto de la mejor imagen del Cascamorras, una fiesta de Interés Turístico Internacional que este martes ha reunido en Baza (Granada) a miles de personas.
La pólvora que a las seis de la tarde ha marcado que empezaba la fiesta ha servido también para descorchar la emoción contenida, las ganas guardadas durante dos años y la pasión por una tradición centenaria: El Cascamorras.
Baza ha vivido este martes la primera parte de un evento centenario y único, esa fiesta declarada de Interés Turístico Internacional que un año más ha sumado puntos para su objetivo de ser reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
El calor, más propio de un mes de agosto, no ha impedido que miles de personas esbocen con negro ese camino casi inexistente que conecta Las Arrodeas con el centro de Baza, el trayecto serpenteante en el que arranca esta batalla única que José Antonio Escudero, el encargado de encarnar a Juan Pedernal como Cascamorras, ha perdido como siempre.
Según han informado a EFE fuentes municipales, alrededor de 20.000 personas, entre participantes y público, han marcado el ritmo de esta peculiar batalla de pintura y emociones que impresionó a un Cervantes que la inmortalizó en El Quijote.
Mucho antes de las seis de la tarde, cuando tres cohetes marcan que este personaje que encarna a Juan Pedernal llega a Baza desde el vecino municipio de Guadix, ese pelotón teñido con miles de litros de pintura negra y ecológica ha ido tomando vida.
Las voces que corean que "esto sí que es un Cascamorras" y defiende esta fiesta como la más bonita del mundo han acompañado a un Escudero que ha vivido su cuarta representación de Juan Pedernal "como si fuera la primera" y más preparado física y emocionalmente que nunca.
Las ganas y la multitud le han frenado el paso para marcar una carrera lenta que ha estirado la fiesta durante más de dos horas, tiempo para rememorar la tradición de las juras de banderas, recordar el olor a aceite y las emociones, y llenar el camino hasta la Iglesia de la Merced de reencuentro pausados durante dos años.
La historia ha vuelto a aguar la ilusión de Guadix por recuperar a la Virgen de la Piedad y ha terminado con la ya tradicional derrota que sabe a victoria.
Esta fiesta centenaria comenzó hace más de 530 años cuando Juan Pedernal, un obrero de Guadix, encontró en el vecino municipio de Baza y durante unas obras la imagen de la Virgen de la Piedad, patrona de los bastetanos, y quiso llevarla a su pueblo.
Y como los dos municipios quisieron velar por la imagen de la Piedad, la justicia de entonces apostó por una solución salomónica, la de mandar a un representante de Guadix a tierras bastetanas, un enviado que si llegaba limpio al templo se llevaría la imagen a casa. Y en eso siguen.
Escudero no ha logrado cambiar esa historia pero su derrota blinda una tradición que vivirá este viernes su segunda parte cuando el Cascamorras vuelva a casa y sus vecinos lo reciban con una nueva batalla de pintura y pasión heredado de padres a hijos.
Porque este viernes, Guadix volverá a castigar a su Cascamorras por haber perdido, de nuevo y como siempre, la batalla que se le ha escapado con el primer abrazo de pintura.
Esa derrota es la que regala a los dos municipios vecinos, a Guadix y a Baza, la oportunidad de volver a jurar bandera, a decorar abrazos con pintura, a ver la ilusión y el miedo en la cara de los niños que se estrenan en esta tradición con el futuro blindado.
Otro año de tradición garantizada porque, una vez más, "no se la lleva".