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Hablillas

Peor

Sin embargo, la esperanza aún no ha podido deshelar el dolor, el golpe sordo en el corazón que anuda la garganta

Publicado: 26/11/2023 ·
19:07
· Actualizado: 26/11/2023 · 19:07
Autor

Adelaida Bordés Benítez

Adelaida Bordés es académica de San Romualdo. Miembro de las tertulias Río Arillo y Rayuela. Escribe en Pléyade y Speculum

Hablillas

Hablillas, según palabras de la propia autora,

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La hablilla se auto titula con un comparativo del calificativo malo, rescatado por lo repetido en la clase de lengua cuando de la silla del pupitre aún nos colgaban las piernas. Aquel soniquete, como el de las tablas de multiplicar, surge como si saltara el muelle donde se engancha.Lejos en el tiempo, sale como regañina del docente, aumentando la dimensión del castigo por no haber hecho los deberes o haber desobedecido. Era lo peor, lo irrevocable por inadmisible lo que nos hacía llorar pidiendo perdón. Cuántas versiones de lo peor hemos visto desde entonces, mientras hemos ido creciendo primero hasta poner los pies en el suelo al ir cumpliendo años después. Cuánto camino han recorrido nuestros ojos y nuestros oídos con él y cómo se ha hecho un hueco para vivir a nuestro lado, galopando como los cuatro jinetes desbocados e inmortales, la guerra, la enfermedad, el hambre y la muerte transmutada en violencia de género.

Hace dieciséis años la hablilla preguntaba y luego qué, situándola a mitad de enero con la noticia de la muerte de una mujer a manos de su ex pareja, la primera de una lista que empezaba a escribirse en rojo, que continuaba a las referidas en una esquela o una noticia breve en un periódico, lista que continuará hasta no se sabe cuándo. Si echamos un vistazo al gráfico de statista.com, observamos que la cifra más alta se encuentra en 2008 con setenta y seis víctimas, cifra que ha ido descendiendo hasta las cincuenta y dos que llevamos hasta el momento en que se escribe esta columna.

Los movimientos feministas, las campañas de concienciación empujan con fuerza, dan pasos hacia delante con la visibilidad y la sensibilización.Sin embargo, la esperanza aún no ha podido deshelar el dolor, el golpe sordo en el corazón que anuda la garganta, porque cada muerte cuelga del machismo, la plaga que no cesa, que no mengua porque sigue habiendo temor a denunciar o porque existe el llamado de baja intensidad, el que invalida a una mujer al no escucharla, abonando, reproduciendo la desigualdad. Triste panorama, porque lo estamos viendo en los adolescentes, a quienes suponemos formándose para una sociedad respetuosa solidaria y tolerante. Ciertamente son grupos aislados, pero la tortura, el acorralamiento a la víctima sea chico o chica, hombre o mujer ocupan un lugar no diario, afortunadamente, en los medios de comunicación, noticia que se sabe antes de imprimirla por su colgadura en las redes sociales.

Es el galope tendido de los cuatro jinetes cabalgando hacia el futuro peor que profetizan.

 

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