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Huelva

‘Esclavo de Dios’, un thriller sobre el fanatismo religioso y el amor como redención

El cineasta venezolano Joel Novoa Schneider presenta la intrigante historia de dos personajes, un agente del Mossad y un terrorista islámico, con el atentado de Buenos Aires de 1994 como telón de fondo

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  • El actor Rogelio Gracia -

El Festival de Cine Iberoamericano de Huelva ha presentado hoy la película ‘Esclavo de Dios’ (Venezuela/Argentina/Uruguay, 2013), que concursa en la Sección Oficial de Largometrajes en esta 39 edición del certamen cinematográfico. Su productor, Rubén Hornillo y uno de los actores protagonistas de la cinta, Rogelio García (en el papel de Tobías), han hablado de esta historia sobre las creencias llevadas a las últimas consecuencias y de cómo el amor puede ser el freno a un conflicto enquistado durante siglos. Un relato que afronta la dureza del terrorismo desde un punto de vista humano.

Aunque ‘Esclavo de Dios’ es una historia de ficción, se enmarca en las circunstancias que rodean al trágico atentado sucedido en Buenos Aires en julio de 1994, cuando un coche bomba hizo explosión frente a la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) dejando 85 muertos. Un hecho trágico absolutamente real que sirve al equipo para construir una historia ficticia que termina abriendo una puerta a la esperanza de paz, perdón y tolerancia.

Al margen de su carácter de thriller en el que no faltan ingredientes para mantener la tensión narrativa (persecuciones, espías, acción en distintos países y escenarios, explosiones…) la película centra su atención en la historia personal de los dos protagonistas principales: Ahmed, un terrorista de una célula islamista radical, interpretado por Mohammed Al Khaldi, y David, un agente de los servicios de inteligencia israelí encarnado por Vando Villamil. Ambos coinciden en el foco de su obsesión, en sus ansias de venganza, en el amor hacia sus familias y, poco a poco, también coinciden en lo geográfico hasta encontrarse cara a cara.

El joven realizador venezolano Joel Novoa Schneider se ha enfrentado en esta película no sólo a un acontecimiento gravísimo de la historia de Argentina que hasta el momento ha quedado impune, sino al reto de reflejar de forma abierta y equilibrada la estupidez del fanatismo y sus consecuencias, lo surrealista que resulta la intolerancia de origen religioso en pleno siglo XXI y la necesidad de establecer lazos de tolerancia que por fin nos hagan superar la lacra de la violencia extremista de un lado y de otro.

“Lo que queremos reflejar con la película es justamente que el fundamentalismo está mal por cualquiera de los dos lados”, ha indicado Rubén Hornillo en referencia a la censura que sufrieron durante la exhibición de la película en Venezuela, algo que, para  Rogelio Gracia, “tiene mucho que ver con la idiosincrasia de Venezuela y su tendencia a polarizar todo”, pero ha insistido en el hecho de que la historia, precisamente, “permite la reflexión sobre la tolerancia y sobre la paz”.

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