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Creyendo y creando

El buen servicio

Hace ya cierto tiempo vengo observando que el servicio que se ofrece en algunos establecimientos no es el más deseado.

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  • Cesta de la compra. -

Hace ya cierto tiempo vengo observando que el servicio que se ofrece en algunos establecimientos no es el más deseado. No sé si esto tiene que ver con la pérdida de calidad del mismo o con un sentido crítico propio cada vez más exagerado por calloso. Quizás el lector sepa responder, mas mi preocupación no es minúscula, y, por eso, aquí la presento.

Fue este último fin de semana cuando la gota colmó el vaso. Haciendo la compra semanal en un supermercado de guardia, no hallaba ciertos productos de limpieza. Mi reconocida torpeza en la búsqueda y el amplio número de productos me alejaban de mi objetivo: un bote de alcohol.

Di un paseo, dos, tres… por el pasillo nominado; me alejé, regresé, cambié de sección, pretendí el definitivo encuentro, se resistía…; volví a ojear las baldas con empeño de enamorado…, y solo, solo como un perro callejero, decidí que lo mejor era buscar a algún empleado que pudiera ayudarme.


Recorrí el generoso establecimiento, sorteando a la ansiosa clientela que casi colapsaba el terreno. Sería el cambio de turno, o la mala hora de mi llegada, o el agotamiento de la semana, o motivos personales, o sepa Dios, mas busqué y no hallé a quien pudiera acompañarme en la búsqueda del tesoro anhelado.

“¡Qué torpe soy!”, me dije con razón, aunque empeñado, aún más, en alcanzar mis metas, entonces ya dos: ora dar con un trabajador, ora localizar el tarro. Volví sobre mis pasos en la dirección de la sección de limpieza, y, al fin, hallé. Allí estaba, como es natural, en los estantes repasados una y mil veces, dispuesto a facilitarme la tarea de, como la Real Academia en sus primeros días, limpiar, fijar y dar esplendor a mi vida.

La circunstancia superada me permitió reflexionar, y en claro saqué varias conclusiones: quizás, la culpa no la tenían los trabajadores, que velaban en su escogido territorio bajo el mandato preciso del superior; la paciencia todo lo alcanza; cierto refuerzo de algunas plantillas no vendría mal; y, por último, el más importante: ya no había excusas para dejar prístinos el baño y la cocina.

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