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El abismo secreto, dos películas desiguales en una

Funciona mejor como retrato íntimo de la soledad y la incomunicación que como cinta de acción, pese a que se decanta por la segunda

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El chico es un francotirador de élite de las fuerzas especiales estadounidenses reclamado por su gobierno para una misión de vigilancia durante un año ininterrumpido. La chica, igual, pero del bando ruso. Ambos vivirán frente por frente durante todo ese tiempo, aunque sin autorización para contactar entre ellos, subidos a una torre y separados por un largo y ancho desfiladero, pendientes del abismo que se abre a sus pies y de no dejar que las criaturas que habitan en sus profundidades lleguen a la superficie.   

Desde un primer momento sabemos que son muy buenos haciendo su trabajo, y también que llevan una vida desordenada y solitaria, sin nadie que les eche en falta y sin otra motivación que la de ganarse el sueldo. Tampoco son enemigos, no tienen que dispararse el uno al otro en un descuido, ya que se supone que es un acuerdo mutuo entre EEUU y Rusia: cada uno vigila su lado y rinde cuentas a una empresa tecnológica común que es la que lleva el control de la situación. Más o menos lo que está pasando ahora mismo en el mundo, con Trump y Putin aliados y entregados a los grandes gurús tecnológicos, aunque en este caso es pura coincidencia. Ni la película va por ahí ni invita a hacer lecturas políticas, entre otras cosas porque la propia película no tiene muy claro lo que quiere ser y, de hecho, más bien parecen dos películas en una, con la peculiaridad de que se decanta por la menos interesante.

La primera película, la más atractiva, es la que se centra en la pareja protagonista, interpretada por Miles Teller y Anya Taylor-Joy, la que sigue sus pasos, sus rutinas, siempre observando el uno a la otra y viceversa con unos prismáticos. La que explora su soledad y la necesidad de comunicación, de contacto físico, de sentido de pertenencia, hasta que los dos deciden romper las reglas y visitarse. Hay en toda esa primera hora una historia con muchas posibilidades. Está además bien contada, pendiente de lo que es un romance en ciernes, de las miradas y los detalles.


Así, hasta que caen al abismo y comienza otra película, de acción y ciencia ficción, de persecuciones, disparos, peleas, teorías de la conspiración y una especie de deseo artificial por prolongar las pruebas a las que se enfrenta la pareja protagonista, a medio camino entre Alien -no sé si bajo la influencia de la presencia como secundaria de Sigourney Weaver- y una película de zombies y sin espacio para la sorpresa.

Es ahí donde se diluye toda la magia y el interés que había labrado El abismo secreto en el transcurso de su primera mitad y donde sólo consigue defenderse como cuidado producto de entretenimiento, pese al atrevimiento que había demostrado su director, Scott Derrickson, en su anterior película, la muy interesante Black Phone, o en algunos momentos de Dr.Strange. No sé si esa falta de riesgo se debe al hecho de que es una película concebida directamente para el consumo en streaming, aunque debiera ser al contrario.

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