El accidente del domingo de un hombre de 80 años en San Roque reabre el debate sobre lo oportuno de esteblecer un límite de edad para la conducción
El accidente de tráfico ocasionado el domingo en la autovía A-7 por un conductor de 80 años, que se incorporó a la vía en sentido contrario colisionando frontalmente con otro vehículo, ha reabierto en la calle el debate sobre si las personas de avanzada edad deben o no seguir conduciendo, debido a la pérdida de facultades propias de la edad.
En España hay casi tres millones de personas mayores de 65 años en posesión del permiso de conducir, lo que supone el 11 por ciento del total de conductores. De ellos, aproximadamente el 13 por ciento pierde la vida al volante cada año, lo que sugiere que se trata de un grupo con un elevado riesgo al volante, máxime cuando los conductores de esta edad suelen realizar trayectos cortos.
Capacidades
Los expertos estiman que a partir de los 55 años, sin ser posible generalizar, las capacidades de la persona comienzan a reducirse, lo que repercute directamente en la conducción: se pierde visión y capacidad auditiva y, sobre todo, necesitan más tiempo de reacción.
También habría que añadir algunas enfermedades propias de la tercera edad, y sus tratamientos, que conllevan la ingesta de fármacos, lo que también pueden influir de forma negativa en la conducción. La circulación a velocidad anormalmente reducida, los cambios bruscos de dirección y la conducción en sentido contrario son algunos de los comportamientos de más riesgo asociados a la vejez.
Para evitar estos riesgos, no hay ninguna ley que les impida conducir y se apuesta porque ellos mismos sean los que decidan el momento de abandonar la conducción, pero lo cierto es que suele llegar más tarde de lo que en su mayoría deberían.
Esto crea el debate sobre si se debería o no limitar la edad de conducción. La mayoría de expertos, como profesores consultados de la Escuela de Educación Vial Salt Rocha de Algeciras, abogan por el no ya que exponen que las capacidades físicas no disminuyen a una edad concreta, sino de manera progresiva en cada persona, por lo que no afecta a todos por igual, además de suponer una medida discriminatoria y que vulneraría el derecho de los ancianos a la movilidad. Lo que si destacan es en que se deberían establecer una serie de medidas para disminuir los riesgos al volante de los ancianos y, con ello, del resto de usuarios de la carretera.
Momento de dejarlo
Entre ellas se barajan mejorar la formación en seguridad vial de los ancianos, que se limiten sus movimientos a un radio de determinados kilómetros desde su casa o la obligación de conducir en compañía de alguien. Sin embargo, en Salt Rocha destacan que lo más importante serían hacer reconocimientos médicos más severos y exhaustivos, ya que actualmente se les realiza el mismo examen médico que a un joven. Además, deberían realizarse en periodos más corto, dos años por ejemplo, indican, ya que en la actualidad dichas pruebas se hacen cada cinco años en los mayores de 65.
Resumiendo, el problema no es la edad, sino las capacidades de cada uno. Mientras que el joven es ágil al volante, pero más temerario, el anciano es muy prudente, pero la disminución de sus facultades le hace estar más expuesto a los riesgos. Por ello, deben ser ellos, por sí solos o alentados por sus familiares, los que ponderen sus capacidades y riesgos a los que se exponen al volante y decidan abandonar la conducción en el momento oportuno.