La presidenta de la asociación de vecinos La Unión, Luz González Reyes, consciente de esta realidad social, acoge en la sede del colectivo vecinal a menores en situación de desarraigo residentes en la barriada de Los Pastores, y muy concretamente a los niños de Metalsa. Los padres de muchos de estos niños están o han estado una o más veces en la cárcel, algunas de sus madres han ejercido la prostitución, y no siempre han podido asistir a clase, y mucho menos contar con alguien que les ayude a hacer los deberes.
Lo que Luz González les aporta es sobre todo cariño y comprensión, dos bases que junto con una pizca de disciplina enseñan a estos menores, de entre 6 y 12 años, las normas básicas del comportamiento y la convivencia. Normalmente, en estas aulas suelen juntarse entre 15 y 20 chavales, si bien los días de mayor afluencia “hemos llegado a contar hasta con 30 niños”, declaró orgullosa la portavoz vecinal.
Para esta labor social, González cuenta con la colaboración de la coordinadora en la lucha contra las drogas Barrio Vivo, que a través de su programa de actuación en barriadas envía cada día dos monitores que organizan actuaciones de apoyo escolar, actividades dinámicas y juegos, y aportan su experiencia en tratar la problemática social que les afecta.
Este programa va ya por su segundo curso escolar en vigor, y cuenta con el beneplácito de los vecinos de la barriada de Los Pastores. Cada vez son más los padres y tutores legales que confían en Luz González y Barrio Vivo para sacar adelante a sus hijos a nivel social.
Rutina
Todos los martes y jueves, los menores que acuden a la asociación de vecinos siguen una rutina determinada, que comienza sobre las 15.30 horas. En ese momento, viene el tercer monitor de Barrio Vivo, que ilustra a los jóvenes en las claves de la informática. Una hora más tarde, acuden los otros dos monitores para aplicar los programas sociales de la coordinadora, y los niños comienzan a hacer sus deberes.
Muchos de estos chavales no pueden ni tan siquiera optar a tener una merienda agradable en sus casas, pero gracias a Luz González, pueden compartir momentos de convivencia mientras se comen un bocadillo con mantequilla y una taza de cacao. Normalmente, la jornada concluye hacia las 18.00 horas, momento en que los pequeños regresan a sus casas con sus tutores. En la A VV acogen a todos, pero hay que cumplir las normas de convivencia. Una serie de malas contestaciones o una actitud violenta es algo que González no permite en su aula social, y la reiteración en el mal comportamiento puede conllevar el no poder volver a disfrutar de estos momentos convivenciales.
Además de estas actividades para los niños de la barriada, desde la asociación de vecinos se ofrecen una serie de talleres, como costura y pintura, para las mujeres del barrio. En el momento de atender a este diario, la presidenta del colectivo vecinal hizo un llamamiento a aquellas personas que dominan la música, ya que desde la asociación están muy interesados en poner en práctica algún taller de esta disciplina.
