Escribano sufría una crisis pero pudo actuar con alevosía

Publicado: 23/04/2009
Los forenses confirman que el acusado veía un peligro de muerte para él y su hermano
Los forenses y psiquiatras que declararon ayer en la segunda y última sesión del juicio contra Juan Pablo Escribano, acusado del asesinato del joven de 18 años Jesús González Chapaza el 25 de mayo de 2006, ratificaron todos los informes que indican que el autor del crimen sufría esquizofrenia, y sugieren que mató movido por un brote de paranoia. Los testimonios y las pruebas periciales presentadas sugieren, además, que Escribano pudo actuar con alevosía, ya que el acusado preparó las circunstancias para asegurarse el éxito de su empresa.

El caso quedó ayer visto para sentencia tras el testimonio por videoconferencia del hermano del asesino confeso y de los médicos forenses y psiquiatras que estudiaron el historial del joven. En base a los informes periciales, y como ya adelantó EL FARO INFORMACIÓN en las fases iniciales de la instrucción en 2006, los facultativos coinciden en dar como demostrada la enfermedad -esquizofrenia paranoide- del autor del crimen, así como la creencia firme del acusado de que tanto él como su hermano se encontraban en peligro de muerte, lo cual sería el móvil único del acto criminal.

El forense que acudió en primer momento a la escena del crimen, junto al portal de la vivienda de la víctima en la calle Mezquita, dijo que los propios comentarios y declaraciones de los amigos y familiares ya hablaban de la actitud “agresiva” y las fantasías paranoides del acusado, y que en el reconocimiento pericial se ven una serie de antecedentes”, con un historial clínico que parte del año 2000, y en el que se señalan dos ingresos involuntarios en el Hospital Punta de Europa en la unidad de Psiquiatría y una condena previa por agresión.

Todos los analistas corroboran la adicción a las drogas -concretamente hachís- del acusado, lo que unido a una falta de medicación pudo precipitar  el brote que supuso la muerte de Jesús González Chapaza.

En su informe, el forense ratifica que Escribano “tenía anuladas sus capacidades cognitivas” cuando ocurrieron los hechos. Añadió que el asesino "sabía que estaba matando y lo que había hecho”, pero en la fijación de que era “la única forma en que no iban a dañarle a él o a su hermano”, señaló el forense. “No se podía conformar con dejarlo herido, sino que tenía que matarlo”, indicó.

Ello puede explicar que propinara hasta once puñaladas al joven, como señalaron los testigos, lo que podría entenderse como ensañamiento, ya que los médicos que examinaron el cadáver apuntaron que tenía hasta tres costillas rotas y el esternón también. Esta última herida fue la que le causó la muerte, aunque señalaron que el óbito pudo haber ocurrido igualmente por la excesiva pérdida de sangre.

En cuanto al hecho de que Escribano apareciese tranquilo en el momento de su detención, tres horas después del suceso, ya los forenses habían indicado que un brote de estas características podía durar horas, días o incluso semanas, por lo que la supuesta brevedad del brote no se apunta como indicativo de la veracidad del mismo.

Acusación
El abogado de la acusación, que pide 25 años de cárcel por asesinato y otros 10 por el intento de homicidio a un amigo de la víctima que logró huir, insistió en probar la imputabilidad del acusado poniendo sobre la mesa la actitud supuestamente alevosa de Escribano a la hora de preparar el crimen, ya que pidió a su hermano ropa de abrigo para ocultar el cuchillo, esperó a que el más débil de los amigos se quedase sólo y lo atacó de improviso sin darle posibilidad de defensa. En este sentido, las pruebas periciales demuestran también que Jesús González no pudo evitar la acometida ni defenderse, entre otras cosas porque Escribano no tenía ni una magulladura al ser detenido.

Este hecho cobra sentido teniendo en cuenta que en su primera declaración en el juzgado de instrucción, Escribano indicaba que sólo trataba de defenderse, ya que era González el que le apuntaba con el cuchillo, logró quitárselo y después lo mató. En aquella declaración, reconocía también ser esquizofrénico, pero señaló que aquel día no tomó drogas y que sí cumplía el tratamiento, datos que contradijo en la vista del miércoles.

Otro punto en el que la acusación presionó fue en la posibilidad o no de que Escribano supiese que lo que hacía estaba mal. Al preguntar a los forenses, estos indicaron que era posible que el arrepentimiento llegase después, así como el miedo a ser detenido, que había causado la ocultación del arma homicida y la ropa ensangrentada en dos contenedores distantes. También citó declaraciones del acusado hacia su hermano antes de los hechos, que éste último negó en su testimonio, en las que le decía que “no iba a matar a sus amigos porque no quería que le metiesen en la cárcel”.

En cuanto al testimonio del hermano del autor confeso del crimen, D.E.S., éste coincidió con uno de sus amigos, el que logró escapar, en su relato de los hechos previos al suceso. Indicó, asimismo, que al ver salir a sus amigos con Juan Pablo Escribano “sentía que iba a ocurrir algo malo” y que estuvo mirando por el balcón hasta que pudo ver a su amigo corriendo para salvar a Jesús González. Yogui, como así lo llamaban sus amigos, continuó contando que “bajé por el portón hasta que  alcancé a Jesús, pero ya se estaba muriendo”, al tiempo que dudó de que su hermano estuviese en sus cabales, ya que era conocedor de antecedentes violentos, “pero ninguno como éste”, agregó. Admitió también que amenazó a su hermano con llamar a la Policía “como táctica para calmarle” y que no llegó a hacerlo porque no imaginaba un final semejante.

El Ministerio Fiscal mantiene su solicitud de internamiento de 20 años por asesinato y otros nueve por el intento de homicidio. La defensa pide también internamiento, de doce años si se considera el intento de homicidio, y de tres si queda tan sólo en amenazas, ya que considera que “no está probada” la persecución al joven superviviente.

El aspecto físico de Escribano ha sufrido una espectacular transformación desde que fue detenido. Después de más de dos años de tratamiento psiquiátrico, su aspecto es más apacible y ha ganado varios kilogramos de peso.

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