El papelito es el que ha terminado dictando sentencia y es que lo que se dice de palabras a veces es diferente a lo que se vota
Que si Podemos se iba a convertir en la segunda fuerza política, que si sorprasso, que si por la mañana del 26 J algunos o algunas hablaban de que los resultados electorales iban a estar en los libros de la historia moderna de España. Todo parecía que estaba cantado porque así lo decían, lo escribían, las encuestas que se habían hecho no solo desde las encuestadoras sino incluso desde el propio Centro de Investigaciones Sociológicas que marcaban la subida de la unión de podemistas e izquierda unida y el desplome al tercer puesto del pentagrama político español del PSOE. Parecía que el bipartidismo iba a hacer aguas y que incluso Pablo, Iglesias por más señas, podría optar a investirse como presidente para los próximos cuatro años. Parecía que todo estaba mascado y bien mascado pero se nos olvidaba que lo que se dice de palabra en la mayoría de las veces es distinto a lo que se hace cuando llega el momento de las urnas. Una cuestión son las palabras y otra bien distinta es el papelito. Y el papelito es el que ha terminado dictando sentencia y ha colocado a Rajoy de nuevo en su casa, salvo error o catástrofe no anunciada, y al PSOE con menos escaños pero como la primera fuerza de la oposición, a Ciudadanos pensando qué movimientos tiene que hacer a partir de ahora para convertirse en una fuerza que ha venido para quedarse y no ser otra aventura que termine de mala manera y a Podemos obligado a redefinirse definitivamente y decir si es un partido de izquierda o es socialdemócrata, si quiere estar en Europa o salirse de la Comunidad, si opta por el referéndum en Cataluña o no lo hace. En definitiva que las urnas, que no las encuestas, han puesto a cada uno donde los españoles han querido y ahora hay que suponer que no habrás más discusiones, que no habrá terceras elecciones y que España podrá ser gobernada, a priori, por el mismo partido que ha estado en estos últimos cuatro años aunque no es menos cierto que tendrá que hacerlo con otro talante, porque también las urnas le han dicho que está obligado a pactar para poder gobernar y que las decisiones tendrá que someterlas y discutirlas.