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Los vecinos de la calle Nueva lo dejan claro: "Esto no es Afganistán”

José Mercé, Rafael de Paula o Manuel Morao se suman a una iniciativa vecinal del barrio de Santiago para que vuelva a ser un santuario del arte flamenco

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Decía una letra de una bulería que “en la calle Nueva hay un almacén que vende arenque, mantequita y café”, uno de los muchos cantes históricos que menciona a uno de los enclaves más importantes del barrio de Santiago, la calle Nueva, cuna del flamenco que vio nacer, según comenta Ramón Soto, a más de 150 artistas. “Lo que la calle Nueva ha dado al mundo es impagable. Desde principios del siglo XIX hay registros de grandes artistas que nacieron aquí, por ejemplo, La Macarrona, bailaora internacional que llegó a actuar en el Olimpia de París, pero es que como ella, cientos”.

Para Soto, haber nacido en la calle Nueva era todo un privilegio, “un lugar que tendría que estar protegido por su historia y su cultura, porque como dijo en una entrevista Manuel Morao, lo que allí se vivía era inenarrable, todos cantaban, eso era una mina para Jerez”. 

Sin embargo, la realidad de esta zona en la actualidad dista mucho de lo que los amantes del flamenco llegados de otras partes del mundo esperan encontrar. “Lo que no es normal es que vengan a Jerez expresamente a conocer el barrio y la calle porque sale en todos los libros que hablan de flamenco, y encima les digan que no entren a la calle Nueva”, asegura Soto. “Me da vergüenza, ¿a quién más le tiene que dar para que se haga algo?”, se pregunta este vecino, que junto a otros ha impulsado la Asociación cultural calle Nueva y Cantarería, que preside Vicente Soto Barea, y que ya cuenta con más de 400 miembros, entre los que se encuentran José Mercé, Rafael de Paula y Manuel Morao.

El objetivo es devolver el esplendor de antaño a estas calles del barrio que por muy diversas razones, aseguran, “estan muy desatendidas”.  La propuesta pasa por proteger ambas calles como patrimonio histórico y cultural de la ciudad y el flamenco y, una vez conseguido, empezar a actuar.

“Hablan de mayor presencia policial, y sí, está bien, pero primero debemos conseguir que sea reconocida por el valor histórico que tiene y luego convertirla en un centro artístico y artesano relacionado con la cultura gitana, como locales de enseñanza y perfeccionamiento de baile, cante y guitarra, o escuelas de cocina gitana, que sea un lugar de encuentro de turistas y aficionados al flamenco”.

Una idea que también comparten desde la asociación Jerez por Santiago: “Nos gustaría tener contacto con la nueva asociación y trabajar juntos por la reactivación del barrio y concienciar a los vecinos para que se movilicen. Hay que llenar de vida Santiago y luego rehabilitarlo, no se puede fomentar un centro momificado”, comenta su presidente Miguel Ángel López, quien por su vinculación a la Hermandad de la Buena Muerte, a pesar de no ser del barrio,  se siente muy unido a él.

La asociación se constituyó en su día para recaudar fondos para la restauración de la iglesia de Santiago y en la actualidad también lleva a cabo talleres para los vecinos del entorno. “También queremos realizar un estudio sociológico e histórico del barrio, como hizo en su día el colegio Carmen Benitez, para que realmente se conozca lo que es y hay en Santiago”.   Remar en la misma dirección, tanto si se es del barrio como si no.

 

De hecho, desde Calle Nueva y Cantarería animan a todos los ciudadanos a que visiten su página y se hagan miembros de la asociación de forma gratuita. “Este proyecto tiene un enorme potencial económico. Desarrollarlo supondría la recuperación de oficios artesanales, así como la creación de pequeñas empresas. Cuantos más seamos, mejor”. 

Pero el problema de la calle Nueva no solo radica en la pérdida de su esencia. Vecinos de la calle como Chano Carrasco aseguran sentirse discriminados y estigmatizados. “Queremos limpiar el nombre de la calle, hay quienes le han llamado la calle del terror, y nada más lejos de la realidad. Aquí hay problemas como en cualquier otra zona de Jerez. Pero es que los repartidores y servicios de mensajería se niegan a entrar. Nos sentimos como si estuviéramos en un gueto, cuando la calle Nueva no es Afganistán y aquí no le vamos a pegar un tiro a nadie”.

Chano, al igual que sus vecinos, destaca la historia de su calle y pide “que no nos tengan abandonaítos, que le den el valor que se merece, que es un enclave de fama internacional”.   La calle Nueva es además ejemplo de fusión intercultural. “Cuando llegamos los gitanos nos integramos perfectamente en la sociedad y actualmente a todos les damos su sitio, vengan de donde vengan”. Un barrio, en definitiva, que espera el regreso de sus años dorados, una calle en la que el arte se contagia, pero por la que “hay que luchar y no dejar que se realicen obras que empañen su historia”. La clave, como dice Ramón Soto, está en que no lleguen a perderse las casas de vecinos.

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