Sí, Eldorado, así junto, sin espacios, se llama la novela que Fernando Sánchez Dragó escribió en el 1960, pero que no vio la luz hasta 1984, y que ahora, la editorial Berenice acaba de reeditar. Dragó definió entonces a esta novela como una historia de amor, a efectos narrativos totalmente intemporal, y como un testimonio de la sensibilidad, los valores y la visión del mundo de la generación que surgió en la España de 1956. Pero yo creo que es mucho más, es un verdadero canto a una generación ávida de libertad que aún hoy es imposible de apagar la luz que desprende. De hecho ahora, en esta nueva reedición, ha dicho que “No es sólo una historia de amor. Es un daguerrotipo, un retrato de época, un álbum de fotos, una psicografía de mi generación, un testimonio de cómo era el mundo, de cómo era España, de cómo éramos, pensábamos y sentíamos las gentes y, sobre todo, los jóvenes de lo que no tardaría en llamarse, con razón, Década Prodigiosa”.
Un pueblo del Sur en la España de 1960 acorralado entre el casticismo del Antiguo Régimen y el cosmopolitismo de la Década Prodigiosa. Los personajes del libro son los jóvenes que en febrero de 1956 se sublevaron por primera vez contra el statu quo implantado por la Guerra Civil. Los mismos que, veinticinco años más tarde, empuñaron las riendas de la España democrática. Fernando Sánchez Dragó es entonces un joven, pobre, feliz y discípulo de Hemingway, que acaba de separarse y llega a Torremolinos tan decidido a devorar el mundo. La Costa del Sol nacía entonces y, con ella, un nuevo estilo de vida que ya no existe pero cuyo aroma permanece. Allí conocerá a una mujer de diecinueve años que le recuerda a la Natalie Wood de Esplendor en la hierba y se enamorará perdidamente de ella. La corteja, se deja cortejar y así pasarán seis semanas de sol, sal, pitas, chanquetes, ginebra, romanticismo, rebeldía y amor sureño... Pero ella se resistirá a tener una relación con él debido al estado civil de quien con tanto ímpetu la requiere. Por ello, el veinteañero Dragó, se encerrará a escribir torrencialmente estas páginas, en sólo veintitrés días, con el objeto de conquistarla. El joven que un día fue todavía hoy persigue al autor con la máxima que rige su vida: “se querían, sabedlo”. La destrucción o el amor. Eso, y mucho más, es Eldorado.