Sevilla, como otros destinos de España, se encuentra en un momento exultante por número de turistas. Después de tantas estrategias y planes de promoción, ahora, en pocos años, pasamos a una latente preocupación sobre si hay que regular el mercado turístico y ponerle límites.
Los números son elocuentes: Año 2016: 2,6 millones de visitas, o mejor dicho, “sevillano, ponga este año 3,7 turistas en su vida”. Peor lo tiene Barcelona, que soporta 4,4 turistas por residente. Algo mejor está Madrid, con 2,8 turistas por cada madrileño, y Málaga, con 2,1 turistas por vecino. Es la llamada “presión turística”.
No todo son beneficios en el turismo. En general, los efectos de la congestión de turistas son similares en los destinos más importantes (Barcelona, Madrid, Málaga, en España, y en ciudades europeas como Brujas, Salzburgo…). Los síntomas de la “presión turística” se empiezan a notar: congestión de estaciones y aeropuerto, atascos e intensidad del tráfico en los accesos al casco histórico, calles colapsadas, saturación de aparcamientos, grandes colas en los principales monumentos, espacios de ocio, bares y restaurantes desbordados…
La confluencia simultánea de turistas y residentes provoca el desgaste del entorno a una mayor velocidad y genera situaciones que alteran el ritmo habitual de la ciudad y la percepción del turismo como seria amenaza de devaluación de su calidad. Los impactos negativos que el turismo provoca sobre la población son ya una realidad: el hábitat se convierte en un gran “escenario turístico” y los ciudadanos, en “auténticos figurantes”.
El éxito del sector acelera la creación de nuevas empresas que, con la complicidad de las nuevas plataformas de comercialización, aprovechan los recursos locales para darles salida rentable. Entre otros, están teniendo relevancia las nuevas tendencias de alojamiento en inmuebles en los centros históricos, a modo de apartamentos y viviendas con fines turísticos, que están provocando cambios importantes en la gestión inmobiliaria tradicional: aumenta la oferta de alojamiento turístico en detrimento de la tradicional de alquileres, con el consiguiente aumento de los precios para la población autóctona. Podríamos pensar, incluso, que nos encontramos en una nueva burbuja, en donde el aumento de turistas es vital para la supervivencia de los negocios de alojamiento turístico, incluidos los hoteles. A más camas necesitamos más turistas.
¿Se debe poner “numerus clausus” al turismo de Sevilla? Porque lo cierto es que Sevilla está llena de turistas. Pero, no, en Sevilla no parece preocupante por el momento, como ha ocurrido en otros destinos en donde el turismo ha generado rechazo e incluso el abandono de los centros de las ciudades por los residentes. Sevilla tiene una fuerza social arraigada en sus tradiciones e historia, y muy ligada a su casco histórico y al turismo, y esta identidad endógena actúa como elemento de equilibrio respecto a los movimientos turísticos.
Sevilla responde y va adecuando nuevos escenarios. No hace tanto que la calle San Fernando, Puerta de Jerez y la Avenida se hicieron peatonales, creando nuevos espacios de expansión. Fue una de las respuestas que se dieron entonces al crecimiento turístico y que hoy se vislumbran como acertadas.
Hay que ampliar de nuevo el radio turístico creando “microdestinos” (como se hizo con “las setas” o la Alameda) y generando flujos hacia zonas menos céntricas. Para ello Sevilla es ideal, porque tiene producto, mucho producto que hay que integrar en cada uno de esos “microdestinos”, dándole el valor que se demanda.
En el ciclo de vida de un destino turístico la capacidad de carga turística condiciona la percepción sobre la calidad de los servicios y su relación precio-valor, y por ende la posible huida del turismo a otros destinos alternativos con igual o mayor valor.
Si se hizo antes con una planificación estratégica para promocionar y crear producto, ahora nos toca entender el verdadero sentido de la sostenibilidad turística y establecer, desde las Administraciones, acciones coordinadas y consensuadas por todos los grupos de interés, de forma que el turismo de nuestra ciudad sea “verdaderamente sostenible”.