Esta noche he soñado que asistía a un debate público entre candidatos de los diferentes partidos a las próximas elecciones generales. En un momento dado, una serie de personas se levantaron de las sillas de manera coordinada y empezaron a repartir entre los asistentes los programas de su partido político, como si aquello respondiese a una estrategia para debilitar los argumentos del resto de adversarios y fortalecer los suyos propios. Cuando el documento llegó a mis manos le eché un vistazo de inmediato: estaba completamente en blanco.
Si hay sueños que son reveladores, éste debe ser uno de ellos. Ya no se trata de que la realidad pueda superar a la ficción, sino que lo haga con los propios sueños, puesto que más allá de las célebres consignas sobre empleo, políticas sociales y reducciones de impuestos, nos hemos adentrado en una campaña en la que sólo urge una cosa: cómo salir del bloqueo en el que lleva inmersa España desde hace seis meses.
Hay una solución drástica, pero ni siquiera llegó a aparecer en mi sueño: sacar de la ecuación a todos los que nos han llevado a la repetición electoral. A un nivel inferior está la solución Ibex 35: el pacto entre los dos grandes partidos para que se abstenga aquél que quede en segundo lugar -insinuada asimismo por barones a uno y otro lado del río Manzanares sin excesivo éxito-. Con lo que nos queda, de nuevo, la opción de los bloques, que es por donde transitan los mensajes que han elegido los candidatos para el inicio de la campaña, como el personaje de Gila que se paseaba por los pasillos lanzando indirectas a los demás.
La única alternativa a todas esas opciones es que Tezanos haya acertado con su última receta del CIS, aunque cuesta aceptar los 150 diputados que otorga de máximo al PSOE: más que un sueño realizable parece el deseo al genio de la lámpara. Cuando menos, desde la candidatura socialista sí han dado por bueno que para mejorar los guarismos de abril necesitan de una alta participación, y ésa ha sido la consigna inicial de campaña: la llamada al electorado en favor de las políticas progresistas frente a la amenaza de una derecha en la que Vox ha arrebatado buena parte de sus opciones a Ciudadanos. Pero no sólo por la derecha, sino porque Pedro Sánchez sigue sin fiarse de Pablo Iglesias y porque el resto de compañeros de viaje que le quedan alimentan los argumentos de PP, Vox y Cs.
El caso de Ciudadanos es de lo más... ¿particular? Incluso cuesta elegir el término que ayude a entender los errores de lo que parecía una fórmula matemática: “venimos a regenerar la política, a cumplir con nuestra palabra, y no pactaremos con el PSOE”. Dicho y hecho; y sin embargo, su electorado no para de sancionarlo en las encuestas, y hasta Inés Arrimadas ha perdido el aura con el que nos deslumbraba desde Cataluña. ¿Acaso sus votantes esperaban que no cumpliera con su palabra y terminara por anteponer el sentido de Estado por encima de su compromiso verbal? Al menos es lo que parece que pensaban sus principales y encumbrados valedores, ahora decepcionados y convencidos de que la única alternativa es el PP. Aún así, habrá que esperar al sprint final de campaña, en los que Albert Rivera siempre se ha reivindicado como especialista en remontadas.
Le costará seguir el paso de legionario de Vox, convencido de que no vale sólo con el mensaje, sino con la puesta en escena, como se ha visto esta semana en Jerez: masas enfervorecidas, símbolos, ánimo contagioso y el número del megáfono en la puerta para los que se quedaron sin poder entrar. Santiago Abascal es, sin duda, el macho alfa que parecía anhelar el electorado de derechas, aunque, como ocurrió en abril, está por ver si termina por caérsele el decorado de papel maché que sostienen muchos de sus mensajes, por mucho que contribuyan a su significación ideológica, o por eso mismo.
En cualquier caso, lo que todos los candidatos deberían haber aprendido en este tiempo es que quienes se equivocaron en abril no fueron los electores, sino ellos mismos. Ahora, como si reparten programas en blanco; lo imprescindible es que lleven consigo un manual antibloqueo.