En 1970, Manuel García Túnez fue acusado de asociación ilegal. Eran los tiempos de la dictadura y este hombre era trabajador de Astilleros, ahora Navantia. Era sindicalista de CCOO. Su abogado era Juan José del Águila, también comisionista, quien le trasladó la consigna de que debía reconocer su militancia ante el juez, ya que CCOO se planteó dar la cara abiertamente ante el régimen.
Manuel fue torturado tras su detención y él, que no abrió la boca ante los agentes opresores, ahora recibía la orden de que tenía que descubrirse ante el juez, quien le preguntó: ¿Es usted militante de CCOO? Y respondió afirmativamente. El juez le dijo entonces sí había entendido la pregunta y le recordó que estaba allí por asociación ilegal y él dijo que sí. A continuación su abogado le preguntó por los motivos de su militancia y él juez comprendiendo que era una estrategia y que el detenido iba a lanzar un discurso a favor de las libertades, de la lucha obrera y de la democracia. Así que el magistrado advirtió que no iba a consentir ningún tipo de numerito en su sala. Túnez calló y su abogado le preguntó: ¿No es verdad que es usted de CCOO porque cree en la lucha obrera, en los derechos de los trabajadores y de las libertades? El magistrado expulsó al abogado de la sala y condenó a Manuel García, quien camino a prisión se dijo: “Has triunfado Gitano (apodo por el que era conocido). Te han pegado, has reconocido que eres sindicalista, te has quedado sin abogado y ahora te llevan a la cárcel”.
Este episodio forma parte de la historia de la lucha sindical en la provincia de Cádiz. Manuel García Túnez, ya jubilado, sigue con el carnet de CCOO. Es uno de los muchos trabajadores que se jugó el tipo en defensa de la clase obrera.
Mañana , la Diputación de Cádiz honrará en el Día de la Provincia a CCOO y UGT por su trabajo para dignificar las condiciones laborales y los derechos sindicales. “Es un premio que agradezco y más ahora cuando hay algunos que están empeñados en tirar por tierra el trabajo de muchos años defendiendo los derechos de los trabajadores, aunque la verdad es que nunca han sido buenos tiempos para la lucha obreras”, asegura Francisco Andreu, secretario general de UGT en Cádiz, quien reivindica el papel que ha jugado su sindicato por la mejora de la sociedad gaditana. “Cádiz le debe mucho a UGT”, dice.
“El reconocimiento a las siglas de CCOO es el reconocimiento a la lucha de muchas mujeres y hombres”, asegura la máxima responsable provincial de la central, Lola Rodríguez, quien también habla de la existencia de una campaña de acoso y derribo a los sindicatos, pero que ella dice que lejos de debilitarlos los ha fortalecido.
Durante el franquismo, CCOO y USO seguían estando presentes en la provincia, aunque en la clandestinidad. UGT había quedado desmantelada y volvió a aparecer con el apoyo del PSOE en los años próximos a la muerte del dictador. Rafael Román fue uno de los encargados de su renacimiento en Cádiz. “A mí me encargaron que levantara a la UGT en la provincia y me dediqué a eso, pero yo no era sindicalista ni había trabajado nunca en el mundo sindical. Hice mi función lo mejor que pude y articulé en el conjunto de la provincia a la UGT”, declaró Román en una entrevista que los periodistas Juan José Téllez y Juan de Dios Mellado recogieron en el libro “Crónica de un sueño. Memoria de la transición en Cádiz”.
Uno de los hombres que acompañó a Román en esta aventura sindicalista fue Francisco Arias, quien llegó con 33 años de Cáceres a Cádiz para trabajar en la empresa estatal Centro de Seguridad e Higiene. Fue en 1978. En la provincia extremeña ya ejerció de secretario ugetista y en Cádiz siguió en el sindicato, donde fue elegido máximo responsable provincial en 1982. Arias vivió las manifestaciones de los astilleros y otros conflictos laborales. En Cádiz también vivió el golpe de Estado de 1981 y asegura que no olvida la multitudinaria manifestación que tuvo lugar en defensa de la democracia.
Entró en esta batalla en la clandestinidad, cuando era estudiante en Madrid y tuvo que ir a juicio en quince ocasiones por ello. No ha llegado, sin embargo, a pisar nunca la prisión, aunque sí las comisarías en calidad de detenido. “Siendo rojo no era cosa rara que nos trataran mal. Pegarme empujones y amenazarme sí, pero un tortazo nunca. Insultos, muchos, como llamarme rojo de mierda”, asegura.
Responde de forma afirmativa cuando se le pregunta si los sindicatos sufren en la actualidad una campaña de desprestigio, pero advierte que “siempre hemos tenido campaña en contra. Siempre nos han acusado de ser los responsable de los males del país, ahora y antes. Al capital no le interesan los sindicatos fuertes”.
A sus 77 años sigue con el carnet de la UGT y asegura que siente pena por la falta de espíritu combativo que ve en la actualidad, no ya en los más jóvenes, sino en hombre y mujeres de treinta, cuarenta y cincuenta años que no se plantean salir a la calle en defensa de sus derechos. Dice que la lucha obrera es necesaria, que no se explica cómo en la manifestación de defensa de las pensiones celebrada ayer sábado no acudió más gente joven. “No saben que si no luchan van a perder unos derechos que no han caído del cielo ni se los ha dado el Gobierno porque se porta muy bien con nosotros. Se han logrado con la lucha”, dice.
También es defensor de la vigencia de la lucha obrera Rafael Román, quien ya en 1975 participó en una reunión con Felipe González en Sevilla con otros sindicalistas gaditanos en los trabajos previos a la recuperación de UGT. Más tarde viajaría a Francia para asesorarse en estas labores.
“Recuerdo que antes de 1978 teníamos ya 25 sedes abiertas en toda la provincia con un buen resultado porque en las primeras elecciones sindicales obtuvimos 922 delegados. Por aquel entonces las cosas se hacían como se podían porque apenas teníamos medios y los primeros que tuvimos se emplearon en una asesoría jurídica con cinco abogados que atendieron las reclamaciones de muchos trabajadores. Con pocos medios pero con mucha ilusión”, explica.
A Román le tocó las huelgas de la construcción y de la hostelería en toda la provincia. Luego llegaron las de la reconversión naval y la gran manifestación en Cádiz el 11 de octubre de 1977 en defensa de los astilleros en la que más de cien mil personas se echaron a la calle, un día que asegura no olvidará nunca.
Tampoco la olvida Javier Fajardo, quien en 1971, con 23 años, entró a trabajar en los astilleros en Puerto Real. Dos años después formaba parte de CCOO en la clandestinidad. “Hubo mucha represión y más en Astilleros donde se infiltraron hasta un policía, que se hizo pasar por soldador y se metía en todas las reuniones y en un momento dado hubo detenciones”, recuerda.
En Puerto Real, los sindicalistas se reunían en la iglesia de San José, que no estaba abierta al culto aunque sí se usaba actos sociales.
“Mi experiencia fue ya muerto Franco pero siendo todavía ilegales. La estrategia de CCOO era quitarse la careta y programó una asamblea provincial del sindicato del Metal, que estaba organizado. Fue en la iglesia de San José de Puerto Real y asistió Eduardo Saborido, que había estado en el Proceso 1001 y que acababa de salir de la cárcel. Allí fui elegido primer secretario provincial de CCOO y la situación era muy extraña porque sí bien era cierto que habíamos salido de la clandestinidad, la verdad es que no estábamos legalizados. La policía hizo acto de presencia cuando estaba ya acabando la asamblea y a mí como responsable me pusieron una multa gubernativa de 50.00 pesetas”. Narra.
“En aquellos tiempos salimos del franquismo y vivíamos en unas condiciones horribles. Tuvimos que pelear y esa lucha sostenida en el tiempo permitió que en los años noventa los trabajadores españoles tuviesen un nivel de vida como nunca antes se había conocido”, explica.
Fajardo vivió todas las reconversiones en el sector naval. La primera con Agustín Rodríguez Sahagún como ministro de Industria. "Estuve en Madrid en la negociación representando a los trabajadores de las empresas auxiliares, que éramos tantos como los de plantilla. Aquí habría unos 2.000 o 2.500 trabajadores de contratas”.
Para este hombre, el éxito de la manifestación en Cádiz se debió al apoyo masivo de la población. “La avenida estaba llena de gente. Hicimos la estrategia de ir por las asociaciones de vecinos, a las culturales y de toda clase y todos nos apoyaban. Fue un momento muy dramático y gracias a ese arropo de los ciudadanos en Cádiz, Vigo y Bilbao fue una reconversión que ganamos los trabajadores porque no hubo despidos y además de ahí salió la Regulación Temporal de Empleo que permitía no perder el puesto de trabajo.
Era un momento donde CCOO y el resto de los sindicatos teníamos mucha fuerza y se lograron muchas, no sólo salariales sino sociales”, dice.
“Por desgracia creo que la sociedad ha muerto un poco por el éxito de la lucha sindical, porque se conquistaron muchos derechos que los jóvenes creen ahora que habían existido siempre y que no se podían perder. Nosotros negociamos los convenios con subidas importantes de sueldo. Logramos que se aumentara las cotizaciones para que los trabajadores se jubilaran bien, conseguimos aumentar la seguridad en el trabajo y obligamos a las empresas a invertir en ella. No fue una batalla fácil”, declara este veterano sindicalista.
En esta lucha obrera nunca faltó el compañerismo y la solidaridad en el los sindicatos. A la esposa de Manuel García Túnez le preguntaron en cierta ocasión cómo mantenía a la familia durante los periodos en que su marido estuvo en prisión. Ella respondió que cada mes encontraba en el buzón de su casa un sobre con dinero, con el montante del sueldo de sus esposo. Los sobres nunca llevaban escrito alguno y ella tampoco preguntó.