El tiempo en: Campo de Gibraltar
Publicidad Ai
Publicidad Ai

Desde el campanario

Progreso y tradición son compatibles

No han sido suficientes casi cincuenta años de democracia para purificar esas ideas confinadas en el cosmos del anacronismo

Publicado: 19/01/2025 ·
14:08
· Actualizado: 19/01/2025 · 14:08
Publicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad Ai
Autor

Francisco Fernández Frías

Miembro fundador de la AA.CC. Componente de la Tertulia Cultural La clave. Autor del libro La primavera ansiada y de numerosos relatos y artículos difundidos en distintos medios

Desde el campanario

Artículos de opinión con intención de no molestar. Perdón si no lo consigo

VISITAR BLOG

Según se mira de frente a la Derecha española, existe otra Derecha con dos vueltas de tuerca añadidas. Es la derecha a la derecha de la derecha. Redundancia disonante que podría definir con más finura, pero no quedaría expresada con la claridad conveniente. Ella aviva en su melancolía los rescoldos mortecinos de la mordaza y el bofetón. Se autoproclama embajadora sin embajada de lo que fue y ya no es, y se aferra a los dogmas pretéritos como único tónico reconstituyente contra el descalabro social que, imaginariamente, avizora desde la escuálida excelencia de sus caducos principios morales.

No han sido suficientes casi cincuenta años de democracia para purificar esas ideas confinadas en el cosmos del anacronismo, ni han bastado quince elecciones generales democráticas para entender que lo que pasó en España, es una palabra aguda, indicativa del pretérito perfecto del verbo pasar, que indica algo que ya ocurrió. Al parecer, cuarenta años de yugomicina fue un tratamiento demasiado prolongado, y todavía existen quienes no han podido sacudirse los efectos de tan dilatada dosis represiva. No me escandalizo por ello, pero cuesta digerirlo en estos tiempos de libertad que disfrutamos, desde que un veinte de noviembre ya lejano el ciclo de la existencia condujo al descanso eterno al raptor cruento de la II República.

La España de los dos juicios seguirá existiendo igual que existe con otras connotaciones morfológicas el antagonismo de ideas en las democracias más vetustas del mundo. La diferencia es que en esas democracias los partidos conservadores tienen el alfa y el omega de sus conceptos notoriamente definidos, y en la nuestra, los tramos sin pavimentar de su filosofía ideológica, contienen profundos socavones donde encuentra refugio ese reducto fundamentalista que no comulga con el pensamiento de  Oscar Wilde al considerar que Una sociedad se embrutece más con el empleo de los castigos que con la repetición de los delitos.

No es necesaria una renuncia reformista para preservar los atributos morales de las personas. Esas cualidades son patrimonio universal de la humanidad y no solo de los que se sienten dueños de ellas.

El argumento progresista también engloba desde sus orígenes aspectos conservadores para la pacífica convivencia entre todos los ciudadanos, pero no da cobijo en su regazo a los intransigentes de metodología retrógrada. Estas especulaciones no tienen posibilidad alguna de éxito en el marco liberal, simplemente por la fidelidad a los principios progresivos que asisten a su doctrina. No obstante, el crecimiento intelectual es perfectamente compatible con las tradiciones sociales y el equilibrio de la naturaleza.

Pasará aún algún tiempo para que la democracia deje de ser sodomizada por los residuos del absolutismo que confunde el respeto con el temor. Mendigo de la nostalgia que, agrupado en pequeños clanes, aún alberga la ilusión de un nuevo pupilaje de ordeno y mando donde para imponer silencio se utilice el dorso de la mano y la intimidación de una negra sotana, en lugar del dialogo conciliador y la libertad de credo.

La comedida Derecha española, por tanto, debería identificarse más con sus homónimas europeas y dejar de dar cuartel a esos cabos furrieles de la cizaña, haciéndoles ver que las cosas se valoran mucho más cuando van avaladas por la determinación y la perseverancia, en lugar del mandato y la imposición. Platón conceptuaba esta propuesta apostando por la buena fe como base fundamental de la convivencia, en contradicción con la perfidia, a la que calificaba peste de las libertades.

Cualquier agrupación reformista asume la custodia de las costumbres tradicionales distinguidas por la voluntad popular. No son necesarias camisas bordadas de rojo ni banderas victoriosas para preservarlas. Las tradiciones y el progreso pueden caminar cogidas de la mano por la senda de la libertad, sin tener que renunciar ninguna de ellas a los fundamentos que las asisten.

Entenderé que ciertos lectores no estén de acuerdo con mi razonamiento al respecto, como yo tampoco lo estoy con muchas de las cosas que leo. Para ello aludiré esta esplendorosa frase atribuida al filósofo Voltaire. No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo.

 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN