Cuando en 2015, más de 300.000 personas se congregaron frente a la Plaza del Congreso en la ciudad capital de Buenos Aires, poco se sabía del impacto que estas manifestaciones iban a tener en el mundo entero. Un tuit de la periodista argentina Marcela Ojeda fue el disparador de esta movilización. “¿No vamos a levantar la voz? Nos están matando”, rezaba su mensaje que al día de hoy es considerado como un punto de inflexión en la historia del feminismo. Un punto simbólico, ya que la lucha contra la violencia de género lleva años gestándose en las sociedades. Hoy, a cinco años de la movilización, el #NiUnaMenos, ha dado vueltas al mundo. Desde Argentina, hasta España, este movimiento ha dejado una huella imborrable en la histórica lucha de las mujeres, bajo un pedido unánime que no distingue fronteras: basta de femicidios. Pero como la historia lo ha demostrado, muchas veces las causas más nobles terminan siendo corrompidas por el poder. Y la violencia de género, lamentablemente, no es la excepción.
En los últimos cinco años, la utilización política del Ni Una Menos y del feminismo en general, ha vuelto a revelar la cara más cruda de las campañas políticasLas causas sociales siempre han estado en el radar de la esfera política para la definición de las agendas partidarias. En los últimos cinco años, la utilización política del Ni Una Menos y del feminismo en general, ha vuelto a revelar la cara más cruda de las campañas políticas. Basta con mirar el impacto de casos actuales que marcan la agenda política en España como el de la condena por delito de agresión sexual a los cinco miembros de ‘La Manada’, para entender cómo funciona la dinámica entre la presión social y la agenda política. “La sociedad española no habría entendido otro desenlace”, concluyó el presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, ante la resolución del Tribunal Superior y agregó que “en un país moderno y maduro, sus instituciones deben estar a la altura de las aspiraciones de sus ciudadanos”.
El caso de La Manada produjo una convulsión entre los círculos políticos. La postura de ciertos líderes como el presidente de Vox en el Parlamento andaluz, Francisco Serrano quien aseguró que la sentencia estaba “cargada de condicionantes mediáticos y políticos”, generaron un gran revuelo. En este caso, los polémicos comentarios de Serrano hicieron que Vox saliera a desautorizar al líder andaluz alegando que sus declaraciones eran a título personal. Aunque no quedan dudas de que esta desacreditación estuvo condicionada por el clamor social, más que por el apoyo real a la justicia contra la violencia sufrida por la víctima. Sobre todo, si se recuerda otro hecho protagonizado por Javier Ortega Smith, en medio de un acto por el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la mujer, en el que Nadia Otmani, presidenta de la asociación de mujeres Al Mal, víctima de violencia de género, lo acusó de hacer política con la causa. “No tiene derecho. No se hace política con esto, respete a las mujeres víctimas de violencia de género”, interrumpió Otmani entre lágrimas, en aquella oportunidad.
En este entramado entre causas sociales y política, son las víctimas las que usualmente quedan expuestas en medio de la batalla. No es una metáfora. Históricamente, las mujeres han sido utilizadas como botín de guerra, no solo en España, sino también en el resto del mundo y sus consecuencias siguen latentes en las sociedades modernas. Ejemplo de ello es lo ocurrido con las llamadas “mujeres de consuelo” mujeres que eran forzadas a la esclavitud sexual por parte de los militares japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Su sufrimiento no solo se limita a los abusos que atravesaron en el pasado, sino que además, estos han sido utilizados con fines políticos.
Años después, la causa de las mujeres de consuelo sigue en la agenda, especialmente ahora, luego de que Lee Yong-soo, una sobreviviente surcoreana de 92 años que durante años abogó por los derechos y el reconocimiento de las víctimas de violencia durante la guerra, acusara formalmente al Consejo Coreano de Justicia y Conmemoración de los Asuntos de Esclavitud Sexual Militar de Japón de desviar fondos de donaciones públicas y de explotar a las víctimas con fines políticos. La valiosa declaración de Yong-soo dio pie a una investigación por parte de las autoridades por delitos corrupción y malversación de fondos destinados a ayudar a las víctimas. Hechos con tintes políticos que apuntan a la influyente organización surcoreana que ha sido antiguamente dirigida por una reconocida figura política, Yoon Mee-hyang. Recientemente electo como miembro del partido gobernante, la implicación de Mee-hyang en la investigación ha salpicado al Partido Demócrata del Presidente Moon Jae-in.
Yong-soo es reconocida por ser una defensora de los derechos de las víctimas quien cada semanase movilizaba para visibilizar la causa. Ahora, Yong-soo aguarda una disculpa por parte de su propio presidente. Lamentablemente, su coraje al denunciar la utilización de la causa, le valió críticas públicas por parte de los acusados quienes intentaron desestimar las denuncias en su contra. Un patrón que rodea usualmente a las víctimas que suelen terminar en el ojo de la tormenta.
Por más lejanía geográfica entre España y Corea del Sur, los casos demuestran que la utilización política de las víctimas es internacional. Hoy, después de tanto camino recorrido y pensando en todo aquel que aún falta recorrer, queda claro que si hay algo por lo que hay que abogar es por el fin de la utilización política y de la corrupción en causas tan relevantes para la sociedad, como lo es la violencia de género. La muerte y el abuso de las mujeres por su condición de género, no deben ser jamás objeto de comercialización ni aprovechamiento político.