Como dijimos en un anterior artículo, en la calle Fernán Caballero, 14, donde dos hermosas lápidas nos recuerdan que vivieron la magnífica escritora realista Fernán Caballero y el conocido como “pintor de Sevilla” García Ramos, han talado el magnolio que ella sembró hace más de 140 años y el limonero que él sembró hace más de 100.
El 8 de octubre de 2015, el propietario de la casa, a sabiendas del valor y de la historia de estos árboles, solicitó permiso para la tala de ambos en una casa catalogada C por el Plan Especial de la Magdalena.
Infinitas veces hemos reclamado a la Gerencia de Urbanismo la modificación de las fichas patrimoniales porque son absolutamente insuficientes (repiten invariablemente lo que ya dicen las ordenanzas que hay que conservar, según la catalogación, y obvian referencias al valor de cerámicas, rejería, carpintería o arbolado) y, por tanto, de nada sirven.
En el caso de la ficha de Fernán Caballero, 14, se cataloga a la casa como C, se cita que en ella vivieron Fernán Caballero y José García Ramos, pero nada se dice de lo que hay que conservar, nada de la historia de sus árboles, que el redactor absolutamente desconoce, e ignorantemente no pide ningún apoyo para la realización de la ficha a historiadores o vecinos, ni consulta bibliografía.
El 11 de diciembre del 2015, un ingeniero técnico forestal del Servicio de Parques y Jardines se pasa por la casa y dice que no existen medidas especiales de protección del arbolado. Afirma que el magnolio tiene 140 cm de perímetro y está en buen estado. A pesar de que eso supone o debería suponer para un experto que el árbol ha de tener una gran antigüedad y que por lo tanto es un bien a conservar, el hombre considera que está deteriorando el pavimento (de nulo valor y ejecutado sin respetar el espacio del árbol) y por tanto aprueba la tala.
El servicio de licencias establece una tasa por la obra de 3.360 euros, pero como la casa está muy bien protegida se le rebaja a 45 euros. Esto se llama destruir con rebaja.
El expediente se manda a la Comisión Local de Patrimonio, esa que estos Grupos Municipales de derechas e izquierdas, tan progres todos ellos, organizan de forma totalitaria: los miembros son elegidos a dedo entre funcionarios y grupos de presión. Curiosamente, ningún miembro de la izquierda o derecha han llevado al Pleno la modificación de este Órgano de participación ciudadana, importantísimo para la conservación del patrimonio, mientras, eso sí, hablan de presupuestos participativos.
La Comisión Local, supuestamente defensora del Patrimonio, el 16 de febrero de 2016 aprueba la tala de los 3 árboles ubicados en el patio delantero, sustituyendo dos de ellos por nueva plantación de un limonero y un naranjo, así como la reposición de la “magnífica” solería del patio. Nadie en esa Comisión de Patrimonio tenía ni idea del valor histórico de esos árboles, nadie tiene la más mínima sensibilidad para buscar la relación entre esa casa y aquéllos.
Pero qué se puede esperar si un consejero de Cultura de la Junta dijo respecto a la Casa de Murillo que si fueran a conservar todas las casas sevillanas relacionadas con algún gran personaje no habría bastante sitio en Sevilla.
En la licencia, en el punto octavo, se recuerda tajantemente al propietario que “está prohibida la publicidad que promueva, favorezca o fomente el consumo de prostitución y la explotación sexual de las mujeres, el mercado prostitucional y el turismo sexual”, que a ver qué tienen que ver la pobre Fernán Caballero y García Ramos, los árboles que plantaron y la casa con la meliflua estupidez de lo políticamente correcto.
El 23 de marzo de 2016 se otorgaba la licencia, dando un año para que se efectuara la destrucción de una reliquia de nuestro pasado.
Dentro de unos años surgirá el plañidero de turno aportando alguna fotografía y llorando por el pasado. Seguramente se pondrá una lapidita y el libro será financiado por alguna empresa de renombre o el propio Ayuntamiento.
Yo me atrevo a pedir desde aquí, seguro que sin éxito, que se obligue a replantar un magnolio: ya no será el de Fernán Caballero, pero al menos nos servirá para mantener viva la memoria.
Permítanme recordar el final de una bellísima película, “Esplendor en la Hierba”, que a alguno nos habla de esa trilogía sevillana de Belleza, Virtud y Verdad.
“Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello que en mi juventud me deslumbraba. Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse, porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo”.
Eso es lo que poco a poco nos va quedando de Sevilla, la nostalgia. El problema es la generación de mis nietos y de sus hijos, que ya ni siquiera tendrán el recuerdo.